Uno de cada 5 niños en el mundo no son vacunados y se calcula que en 2013 fueron 21,8 millones los lactantes que no recibieron vacunas que podrían salvarles la vida. Este miércoles 29 de abril se celebra el Día Internacional de la Inmunología y del 24 al 30 de abril se está celebrando la Semana Mundial de la Inmunización, efemérides que tienen como objetivo fomentar el uso de las vacunas para proteger a las personas de cualquier edad contra diferentes enfermedades. “Aunque parezca que las vacunas son una cosa exclusiva de lactantes y niños, esto no es así.
Gracias a las nuevas vacunas, tanto adolescentes como adultos pueden protegerse también frente a enfermedades potencialmente mortales, como la gripe, la meningitis o algunos tipos de cáncer, como el de hígado y cuello uterino, por ejemplo”, afirma José Juan Gaforio, profesor del Área de Inmunología de la Universidad de Jaén.
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Este experto muestra una opinión “absolutamente favorable” a la inmunización, así como a “poner todos los medios posibles para extender esta práctica a toda la ciudadanía”. La inmunización constituye “un importante éxito en lo referente a salud pública”, incluyendo entre sus logros más importantes la erradicación mundial de la Viruela y la práctica desaparición de la Poliomielitis. “La inmunización representa una de las intervenciones sanitarias de mayor éxito, con una relación coste/beneficio insuperable”, asegura Gaforio.
Sin embargo, existe una corriente que va en aumento en algunos países contraria a la vacunación, que se basa en sus “supuestos” efectos negativos. Los grupos antivacunas afirman que las vacunas no sólo no protegen adecuadamente sino que los compuestos empleados como coadyuvante que contienen algunas vacunas terminan por resultar tóxicos. Sus tesis han tenido un cierto impacto en países anglófonos.
Como ejemplo de esos «supuestos» efectos adversos, el investigador de la Universidad de Jaén pone el denominado ‘Síndrome de la guerra del Golfo’, que padecían algunos soldados americanos combatientes en la guerra de Irak, y que se suponía que se debía a los efectos secundarios derivados de las vacunaciones a que éstos fueron sometidos. “Igualmente, se especuló con la idea que la vacuna triple vírica (sarampión, rubéola y paperas), incrementaba la probabilidad de padecer autismo. Nada de esto se ha confirmado científicamente, pero ha servido de base para que persista un ruido de fondo en el que se basan muchas personas para oponerse a la vacunación”, declara.
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