La experiencia del amor (la exaltación, los cambios de ánimo, el insomnio, los celos y la obsesión) no entiende de tiempo, ni de espacio ni género. Hasta hace poco, nuestra manera de entender el amor estuvo dada en gran medida por la inspiración de los poetas, las anécdotas de flechazos amorosos, las observaciones de los psicólogos y las reflexiones de trovadores con el corazón partido. Pero, ¿por qué nos enamoramos?
La antropóloga Helen Fisher viene trabajando en torno a este apasionado tema durante casi veinte años y nos ofrece una visión renovada del fenómeno universal del amor romántico basada en un estudio científico muy interesante. Junto a un selecto equipo de investigadores en diversos campos, consiguió demostrar aquello que los psicólogos ya sospechaban: cuando uno se enamora, se “prenden” unas áreas concretas en nuestro cerebro y hay cambios tanto en el flujo sanguíneo como en la actividad cerebral.
Fisher ha llegado a la conclusión de que nuestra llamada pasión romántica está estrechamente ligada a nuestra función del cerebro. El amor se relaciona con un instinto tan intenso y poderoso como el hambre. Una pasión ancestral sumergida en un caótico mundo moderno.
A continuación partes de una entrevista a la antropóloga que nos pueden ayudar a responder la pregunta ¿por qué nos enamoramos?
¿Existe alguna clave desconocida que nos lleve a enamorarnos de alguien?
– Son importantes el tiempo y los elementos culturales. Tienes que estar listo para poder enamorarte en ese momento, y también cuentan las experiencias de la infancia.
Según crecemos elaboramos un perfil inconsciente de lo que vamos a buscar a base de la experiencia de nuestros padres, del colegio, de nuestros amigos, de lo que vemos en la tele… Y cuando estás en el momento adecuado y encuentras a la persona que encaja en ese perfil, los circuitos cerebrales pueden ponerse en funcionamiento y se desencadenan las reacciones químicas.
Pero la decisión de elegir una persona quizá se basa en elementos culturales: la belleza y la juventud mueven a los hombres, y a las mujeres les impresiona la riqueza y la buena posición. Y si a ellos el amor les entra por los ojos, las mujeres son más sensibles a la palabra y los detalles. La forma en que nos sentimos al enamorarnos funciona con la química de los circuitos cerebrales.
¿Cuándo ha explorado el cerebro enamorado, qué ha encontrado ahí dentro?
– Ésa es la parte más novedosa de mi trabajo, cuando vi por primera vez las imágenes del cerebro enamorado con las regiones activas iluminadas de amarillo brillante y naranja sentí una admiración sobrecogedora. He visto la actividad del flujo sanguíneo en esas áreas y comprobado las sustancias químicas. Hay dos regiones muy activas: el núcleo caudado, una primitiva región en forma de C descubierta hace poco y relacionada con el sistema de recompensa del cerebro, la excitación sexual, las sensaciones de placer y la motivación para lograr recompensas. La otra es el área tegmental ventral, ATV, la veta madre de las células que producen dopamina.
Dopamina, norepinefrina, serotonina… ¿Somos una fábrica de drogas naturales cuando nos enamoramos?
Creo que esa locura la producen los niveles altos de dopamina y norepinefrina, y un nivel bajo de serotonina. La dopamina en grandes cantidades, además de aumentar el nivel de testosterona – la hormona del deseo sexual-, está asociada con una gran capacidad de concentración, euforia y dependencia, que son síntomas de adicción. El entusiasmo desmedido del enamorado lo producen las sustancias que fabrica su cerebro: el alto nivel de norepinefrina, que produce euforia y pérdida del apetito; el bajo nivel de serotonina tiene que ver con la obsesión de estar con el amado. Usted distingue entre atracción sexual, amor romántico y cariño, cada uno con su circuito cerebral.
Dijo que el amor dura 4 años. ¿Sigue creyendo que tiene esa fecha de caducidad?
– Después de conocer tantas culturas y tribus vi que las mujeres de todo el mundo tendían a tener niños cada cuatro años, el plazo más habitual del divorcio, tras el matrimonio; y que en otras especies que forman vínculos entre iguales, padres e hijos están juntos al menos el tiempo para criar a la prole. Así elaboré la teoría del ciclo reproductor de 4 años. El índice de divorcios crece mucho, según la mujer es más independiente económicamente, pero ese patrón no cambia.
El animal humano quizá fue creado para tener una serie de relaciones sucesivas, aunque no todos se separan. Hay matrimonios que duran toda una vida, como más del 50 por 100 de los de EE.UU. Parece que tenemos muchos modelos reproductivos diferentes. El cerebro es un órgano muy flexible, y diferentes personas manejan esos sistemas cerebrales de forma distinta; unas forman un matrimonio para siempre y otras sienten gran cariño por su pareja, pero al tiempo pueden enamorarse de otro.
¿Es posible identificar de qué tipo es alguien al conocerle?
– Ése es el problema; ni siquiera puedes saber en qué patrón vas a encajar tú hoy. Supongo que por eso hemos desarrollado el lenguaje, y el lenguaje de signos, para mostrar nuestras intenciones.
DesdeLaPlaza.com / Elartedesabervivir / JT