En Argentópolis, hay una ciudad denominada Córdobensis, la docta. Dicha ciudad tiene fama de tener la primera Universidad del país, formadora de profesionales. Lo que no sabíamos es que la verdadera Docta, fue una mujer, aborigen cubana que fue reconocida oficialmente por España como la primea médica en América con sueldo y título oficial.
Mariana Nava aprendía la utilidad de las plantas, cuando los españoles arribaron a Cuba, su tierra. Mariana Nava no se llamaba así; ese nombre quedó en la historia, perdiéndose su nombre original junto con sus hermanos de tierra.
Ella era Taína, y había nacido cuando el s. XVI iba terminando. De chica le llamó la atención como su padre, behíque, que había aprendido el arte de curar transmitido por «Buchuu-etihu«, curaba heridas, fiebres y dolencias que afectaban a su pueblo.
Ella, tiempo después y gracias a las enseñanzas de su padre, fue bohique; mientras éste atendía a los dignatarios, ella atendía al pueblo.
Junto a su padre aprehendió que hay enfermedades que esos hombres extraños trajeron, que algunas matan como la viruela o peste negra, que años antes de que ella naciera mató a muchos en la isla. O los piojos, esos minúsculos seres que se te meten en el pelo, que lo combatían bañándose seguido y llevando el pelo corto.
Sabía que después del parto, el útero debe volver a su lugar. Para eso usaba betumen. Usaba el aceite de higuerilla para las articulaciones inflamadas o para los granos en las caras de sus compañeras, así se veían bellas.
había aprendido el arte de curar transmitido por «Buchuu-etihu«, curaba heridas, fiebres y dolencias que afectaban a su pueblo.
Aconsejaba bañarse en el río o lagunas, dos o tres veces por día.
Cuando las dolencias del corazón hacían perder el hambre a la gente que atendía, les daba dulce piña y las dolencias menguaban.
Hacía tatuajes con bija (rojo) y jagua (negro), no sólo para adorno sino también para que los mosquitos, jejenes y otros bichos no picaran.
Después de tantos hijos los pechos de las mujeres se vencían; ella las embellecía de nuevo a las que se animaban a unos pequeños cortes.
Y mientras tanto Mariana mujer, paría hijos que cuidaba. A sus compañeras de aldea, si el parto era de gemelos, les hacía cesárea.
Durante el embarazo o después del parto les aliviaba el dolor de piernas y las varices con agua de Jagua. Y si quedaban muy flacas después de parir, les daba guacuma para engordar.
Y espantaba las cucarachas de las casas con humo de curi.
Con verbena curaba los parásitos de la panza. El clima caluroso hacía que muchos sufrieran de diarrea; ella los curaba con guayaba verde.
Con aceite de guaconax sanaba fracturas y cortaba las hemorragias. A cuántos de sus hermanos curaba cuando el español con armas de fuego hería.
Tal fue su fama de buena curandera que el español, a falta de médico que lo pudiera curar y, ya habiendo en Santiago de Cuba unas mil almas, le encargó en 1609 el trabajo de ser la médica oficial, con un sueldo anual de 100 ducados, con la obligación de no mudarse ni viajar.
Así Mariana Nava, Taína Cubana de nacimiento, fue la primera médica oficial y legalmente reconocida, con un sueldo y diploma. Así la medicina aborigen cubana sobrevivió a su propio pueblo. Así los españoles aprendieron que por más armas que dispararan, la cultura no se mata.
DesdeLaPlaza.com /Nito Biassi