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Radiografía de la (mala) sanidad estadounidense

Harlem, año 5 después de Obamacare. La plataforma del autobús funciona constantemente. Cada parada, los pasajeros esperan a que suba otra silla de ruedas, otra señora con andador, otro vecino cuya obesidad le inutiliza las piernas. Uno de cada cinco harlemites padece asma; uno de cada cinco, también, diabetes, proporción seis veces mayor que la media nacional. La principal causa local de muerte son las enfermedades cardiovasculares y el VIH sigue siendo una epidemia.

En Estados Unidos, dinero y salud van de la mano. El norteamericano medio gasta 8.745 dólares al año en servicios sanitarios, más de un tercio de lo que gana la familia media en Harlem: 24.230 dólares para cuatro miembros, cantidad que coincide, además, con el umbral de pobreza.

Estados Unidos es el país que más gasta, proporcionalmente, en sanidad; le dedica un 18% de su PIB, casi el doble que varios países de Europa. Desde 1960, el gasto sanitario ha crecido cinco veces más rápido que la economía. Sin embargo, el estadounidense medio va al médico 4,1 veces al año, aproximadamente la mitad que un europe y tres veces menos que un japonés.

“Hay dos razones principales por las que la sanidad en Estados Unidos cuesta más”, dice Carolyn Engelhard, directora del Programa de Sanidad en la Universidad de Virginia. “La primera es que las cosas valen más. Alemania o Francia, por ejemplo, establecen cuotas, un esquema de precios para los procedimientos médicos y las medicinas. En Estados Unidos tenemos las fuerzas de mercado, las aseguradoras, los hospitales… Y los precios son más altos. Es una ironía. Todos creemos que, si hay un mercado, los precios bajarán, pero eso no ocurre en la sanidad”.

El resultado es un laberinto kafkiano de corporaciones, cláusulas, pólizas, primas, deducciones y precios de lujo. Un bypass cuesta, de media, 73.420 dólares. Cirugía en la rodilla, 25.637. Un viaje de 15 minutos en ambulancia supera los 1.700 dólares. También las medicinas. El medicamento Lipitor, contra el colesterol, por ejemplo, cuesta 13 dólares en Europa ; en Estados Unidos, 124.

“La segunda razón es que tenemos un sistema sanitario más intenso”, continúa Engelhard. “Hay menos camas de hospital, pero una vez entras, te hacemos más cosas. Más escáneres, más procedimientos…”. EEUU hace tres veces más mamografías per cápita que la media de los países industrializados y posee un 60% más de máquinas de resonancia magnética por habitante.

Así es el universo con el que lidia la reforma sanitaria del presidente Barack Obama, su medida estrella y objeto de guerra política desde que fue aprobada en 2010. El llamado Acta de Cuidado Asequible (ACA, también en inglés) quiere ampliar el acceso a la salud y actúa en varios frentes.

Primero, obliga a la inmensa mayoría de los ciudadanos a contratar un seguro médico, bajo pena de multa fiscal. Segundo, aporta subsidios a quienes lo necesiten para pagarlo. Tercero, prohíbe negar la cobertura a personas con una “condición médica preexistente”. Cuarto, amplia los mínimos que debe cubrir el seguro médico ofrecido por las empresas. Y quinto, limita el encarecimiento exigiendo a las aseguradoras que justifiquen públicamente el aumento de precios.

Estas medidas, levantadas paso a paso en los últimos cinco años, han empezado a tomar cuerpo en 2014. ¿Cuál es, por ahora, el saldo del ACA, informalmente llamado Obamacare?

 

Nota: El nombre original de este artículo es Radiografía de la (mala) sanidad americana

DesdeLaPlaza.com/Argemino Barro El Confidencial/AMH

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