La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida y a partir de ese momento complementarla con alimentos sólidos hasta los dos años, o más, el tiempo que mamá y bebé deseen.
Un falso mito en torno a la leche materna es que con el tiempo “ya no alimenta”, pero esto no es cierto.
La lactancia materna aporta los nutrientes que el bebé necesita en cada momento y además, al prolongarla, favorece la maduración de áreas relacionadas con la inteligencia, de acuerdo con lo demostrado por diferentes estudios, realizados con técnicas de neuroimagen.
Las mencionadas investigaciones han demostrado también que la oxitocina juega un papel fundamental en el periodo de lactancia entre madre e hijo.
La doctora Ibone Olza, psiquiatra infantil del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid), explicó al blog bebesymas que “la liberación pulsátil de esta hormona produce en la madre sentimientos de amor hacia su hijo, de bienestar, confianza o autoestima y en el lactante produce relajación, serenidad y un mayor interés por las relaciones sociales”.
La elevación de los niveles de oxitocina en el cerebro del bebé, implican, a su vez, una serie de cambios neuroanatómicos que perduran con el tiempo y permiten que, llegada la edad adulta, se replique la actitud de apego para con sus descendientes.
Por su parte, la lactancia prolongada facilita una mejor comprensión del lenguaje y visión espacial. En este sentido, los niños alimentados con leche materna durante más tiempo presentan mayor facilidad en funciones ejecutivas, planificación, inteligencia social y emocional y con el lenguaje e incrementa su interés por las relaciones sociales.
Con la lactancia materna todas son ventajas, y cuanto más tiempo pueda darse, mejor. Cuando no es posible y la lactancia tiene que ser artificial, los pediatras recomiendan que los bebés alimentados con biberón reciban la estimulación e interacción que proporciona la lactancia para facilitar un desarrollo saludable.
Aconsejan que sea solo la madre la que de el biberón y si no es posible, intentar que sean solo dos o tres personas, siempre las mismas, las que se ocupen de su alimentación.
Además, sugieren hacerle masajes, cosquillas y caricias para potenciar en el bebé la liberación de las mismas sustancias beneficiosas que produce la lactancia materna.
Desde La Plaza/ Bebesymas/YIB