Pese a que el negocio mueve millones de euros al año con un crecimiento medio anual del 4.8%, detrás del buen sabor de la «fast-food» y su económico precio se esconde un enemigo de la salud cardíaca. El consumo de pizzas, perros calientes, hamburguesas o panadería industrial conducen directamente al exceso de peso, colesterol elevado, aumento de la presión arterial, diabetes y todo tipo de enfermedades cardiovasculares.
Lo que desconocíamos es que el consumo de alimentos también son contrincantes de la salud mental. Poco se conoce sobre el papel de la dieta en el desarrollo de los trastornos depresivos. Según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Las Palmas y la Universidad de Granada, el consumo de comida rápida aumenta el riesgo a padecer depresión.
Para este seguimiento, los pacientes rellenaban una serie de cuestionarios cada dos años en los que exponían sus hábitos de vida y alimentación. Durante estos años, a 493 de los participantes les diagnosticaron depresión o comenzaron a tomar antidepresivos.
Además de la relación directa entre comida basura y depresión, el estudio detalló que aquellos que estaban solteros, eran menos activos y no querían saber nada la dieta mediterránea -cuyos pilares son las frutas, frutos secos, pescado, verduras y aceite de oliva-eran más propensos a la ingesta de este tipo de alimentos.
El estudio,publicado en la revista Public Health Nutrition, corroboró los resultados del proyecto SUN realizado en 2011 en el que, tras analizar a 12059 personas, salieron a la luz 657 casos de depresión. Sin embargo, en este caso el incremento del riesgo de depresión se cuantificó un 42% frente al 51% de esta última investigación.
Desde la Plaza/Que/AMH