El doctor Jacinto Convit murió este 12 de mayo a los 100 años de edad, por su trabajo científico fue distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1987.
Una de las últimas personas que tuvo la oportunidad de entrevistar al doctor Jacinto Convit fue a la periodista Betzabeth Márquez Guerrero de teleSUR. El encuentro fue a mediados del 2010, cuando Convit tenía 96 años.
A continuación publicamos la entrevista de manera íntegra:
Por Betzabeth Márquez Guerrero
En sus ojos hay serenidad y reflexión; una mirada imperturbable. Pocas veces la mantiene fija, prefiere mirar a un punto invisible mientras juguetea con un bolígrafo sobre la mesa. Mantiene intactos sus sentidos y facultades; de rotunda palabra, aunque pausada, propia de quien ha vivido suficiente.
Nadie supondría que Jacinto Convit -nominado al Premio Nobel de Medicina en el año 1983, que recibió el premio Príncipe de Asturias en el año 1987 de Investigación Científica y Técnica, Premio Nacional de Medicina, premio Ciencia y Tecnología de México y los premios Panamericanos Soopr y Horowitz, Doctor Honoris Causa de varias universidades de EE.UU. y otros tantos galardones a nivel nacional y continental- recibiera con un “a la orden” al comienzo de la entrevista. Su investidura humana es mucho más alta que la ciencia que oficia.
Su oficina de director en el Instituto de Biomedicina anexo al Hospital Vargas en Caracas no es nada ostentosa para el renombre de su figura. Una pequeña biblioteca, una amplia silla, su escritorio y sobre este, correspondencia y unos libros propios de su oficio, no hay computadoras, ni televisores, sin embargo posee una curiosa colección de animales labrados en madera, un cachicamo una lapa, un puercoespín forman parte del conjunto.
A pesar de lo cómoda que parece ser su pequeña estancia confiesa sentirse más a gusto en la sala de juntas. “Es más fresca”, dice simplemente.
Una puerta dentro de su oficina nos conduce a ella, es allí donde se dispone a dar su entrevista, en ella no hay mucha diferencia con respecto a su oficina. Una amplia mesa con una docena de sillas, sin embargo, curiosamente es allí donde podemos identificar -más allá de la bata blanca- que estamos hablando con un hombre totalmente entregado a la medicina: al fondo se observan diferentes instrumentos médicos y dos estantes con muestras de animales.
Es en estos modestos espacios es donde han transcurrido más de 35 años de su vida; en su incansable labor de ayuda al prójimo, ayuda que lo llevo este año a ser catalogado como uno de los cinco científicos más prestigiosos de América Latina, siendo pionero en la lucha de la lepra y la leishmaniasis. Aun así mantiene la humildad, sencillez y modestia, como rol paralelo a su renombrada labor científica.
En su mirada se ocultan años. No es la mirada de cualquier galeno, en sus ojos hay serenidad y reflexión; una mirada imperturbable. Pocas veces la mantiene fija, prefiere mirar a un punto invisible mientras juguetea con un bolígrafo sobre la mesa. Pese a su edad, mantiene intactos sus sentidos y facultades; de rotunda palabra, aunque pausada, propia de quien ha vivido suficiente.
¿Cuáles eran sus metas al ingresar a la profesión médica?
La meta de servirle al prójimo. Los médicos tienen que graduarse para servirle al prójimo. Es una profesión muy parecida al sacerdote: hay que buscar a las personas más desposeídas; que necesiten una ayuda. Inicialmente trabajé durante 15 años en una leprosería donde había un alrededor de 800 o 900 enfermos. Estas leproserías ya desaparecieron. Yo trabajé en una ubicada cerca de Maiquetía llamada la leprosería de Cabo Blanco.
¿Qué se necesita para ser un buen profesional en el área de la medicina?
Hay dos cosas. Primero, una vocación que debe ser suficientemente sólida para poder servir. Segundo, tiene que tener el convencimiento de que el médico no se gradúa para hacerse rico, sino para trabajar por la humanidad. Tiene que abocarse a una vida discreta y modesta; de ninguna manera esperar que se va a hacer rico con la profesión.
¿Cómo ve la evolución de la enseñanza de la medicina y por qué estudiar medicina hoy?
La medicina de hoy, indudablemente produce buenos profesionales ya que las técnicas han avanzado enormemente y se puede curar a los enfermos con mayor eficacia. Pero esto ha traído también, como consecuencia, que un porcentaje muy alto de los profesionales graduados consideran que deben tener una vida suficientemente buena, tipos de facilidades grandes. Lo que ha conllevado al concepto actual de que la medicina es para hacerse rico: para hacerse un profesional con mucho poder monetario, y eso cae en un error grave, porque a medida que la medicina toma esa vía, va perdiendo una función fundamental como es el garante de servicio que adquirió cuando se graduó. Yo no creo que estudien medicina para elevar su estándar de vida, es para servirle a la gente. Son dos cosas contraproducentes, el servicio que se le presta al prójimo y el deseo de tener dinero para tener un estándar de vida alto. Son dos cosas que van en contra.
¿Que lo motivó a la especialización de enfermedades de la piel?
Yo nunca he ejercido privadamente, primero. Siempre he trabajado en los hospitales y ahora este instituto del cual soy director. La atracción es por dos cosas, primero, el servicio que se le presta al enfermo: mientras más necesitado se encuentre de este servicio más importante es. Yo trabajé con enfermedades que no producían absolutamente ningún beneficio monetario, eran enfermedades que tenían poca atendidas en general. Cuando llego a la leprosería de Cabo Blanco hubo que modificar básicamente todo porque, por ejemplo, los medicamentos para tratar a los enfermos eran muy primitivos. Hubo que organizar desde el tratamiento específico a la enfermedad hasta todos los tratamientos que había que hacerlos de acuerdo a la evolución. Así fue que se logró desarrollar un tratamiento adecuado que curaba y que cura la enfermedad. Ese tratamiento adecuado se hizo extenso, o extensivo a todos los enfermos. Fue el motivo de que ya no se necesitaran las leproserías; por eso cerraron las leproserías.
¿Qué significó para usted haber recibido clases con Rómulo Gallegos y Pedro Arnal?
Siempre consideré la actitud de esos hombres que nunca pensaron en enriquecerse, sino en llevar una vida modesta. Rómulo Gallegos fue mi profesor en bachillerato en las materias de Matemáticas y Filosofía. Ahora he sabido que no figura Filosofía en el bachillerato lo que es un grave error. En estas materias, lamentablemente, su actividad fue muy corta porque fue expulsado del país por Juan Vicente Gómez; y Pedro Arnal quedó sirviendo en el Liceo Caracas, sustituyendo a Rómulo Gallegos.
¿Piensa igual que un gran número de personas que consideran que debió recibir el Premio Nobel de Medicina en el año 1983?
Uno nunca debe pensar que tiene merecido nada. Usted nunca espere nada, si llega muy bien. Yo lo que he hecho es trabajar en enfermedades como la lepra, leishmaniasis y ahora con el cáncer. Que es algo que me da satisfacción, porque puedo seguir ayudando a las personas.
¿Cómo describiría un día de trabajo normal?
El día que prestamos servicio a un mayor número de personas, el día que vemos que esas personas han mejorado, el día que podemos escribir los resultados de una actividad para que pueda servir de orientación a otros. Con eso basta para ser un día de trabajo normal.
¿Alguno de sus hijos siguió sus pasos por la medicina?
Yo tengo dos hijos médicos. Uno es psiquiatra y trabaja en la Universidad de Nueva York, es profesor allí en Psiquiatría y Director del Centro de Estudios Médicos para el Cerebro. El otro es cirujano en Cirugía Reconstructiva y trabaja en Washington D.F, tiene una profesión muy interesante y muy parecida a la mía.
¿Qué significó para usted haber sido nombrado como uno de los cinco científicos latinoamericanos que han hecho historia no solo en su país, sino en el mundo gracias a sus aportes?
Lo primero que uno debe hacer es un autoanálisis. Creo que es la mejor apreciación que debe tener un hombre con una educación humanística. Estudiar si realmente has cumplido con tu función, aunque siempre quedan dudas. Indudablemente he trabajado durante mucho tiempo. Tengo 70 años trabajando en estas enfermedades y acepto el reconocimiento con prudencia, con consideración y humildad.
Usted es sinónimo de vocación y entrega a la profesión médica por lo que es admirado y reconocido, pero ¿a quién admira usted?
Yo admiro a la gente con quienes trabajo, con vocación de servicio, capaces de hacer un autoanálisis de su vida y de su capacidad para realizar cosas. Esos son los que yo admiro.
En este momento se encuentra desarrollando investigaciones para la creación de una vacuna contra el cáncer, ¿qué significaría encontrar esta vacuna?
Lo que yo espero es que, una vez que se desarrolle esta vacuna, sea efectiva. Sería un esfuerzo importante haber encontrado un alivio; una cura para una infección tan dañina.
Si en lo que queda de año escribiera otra carta como Mi querida Venezuela , del año 2007, ¿escribiría lo mismo, le agregaría algo o le daría un enfoque totalmente diferente?
No recuerdo mucho lo que escribí, pero la carta a Venezuela reflejó el amor que uno tiene por su país. El país que ama a su pueblo, que sufre, que tiene muchas facultades, y escribiría algo que trate de aliviar esas dificultades que tiene.
De ser presidente, ¿cuál sería la primera reforma en materia de salud que implementaría?
Lo primero que aspiro es no ser presidente; no me interesa. Pero yo a un presidente le aconsejaría que estudie todos los pueblos que sufren pobreza. Cuando se remedia la situación de pobreza y se tiene una buena organización de salud las enfermedades desaparecen. No hay mejor solución para el control de las enfermedades de cualquier tipo que elevar el estándar de vida de la población, y que disponga de las estructuras de salud adecuadas para el servicio y tratamiento.
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