El deterioro mental perceptible en los alcohólicos tiene poco que ver con esa asentada leyenda urbana. Para aniquilar cualquier tipo de célula, se necesitan altísimas concentraciones de alcohol –próximas al 100%–, y empezamos a emborracharnos a partir de un nivel en sangre del 0,1%.
El alcohol afecta más bien a las conexiones neuronales del cerebelo, zona de la que dependen el aprendizaje y la coordinación motora. Pero, como se puede comprobar en las autopsias, los encéfalos de los abstemios y los adictos a la botella tienen el mismo número de neuronas. Es su calidad, no la cantidad, lo que sufre con las borracheras.
Esta creencia surgió a partir de algunos movimientos para prohibir el alcohol, además de una investigación que tuvo lugar en 1990, donde Harper y Krill encontraron que los alcohólicos tenían menos neuronas que los no alcohólicos, dando lugar a la creencia de que el alcohol mataba a estas células.
Según un artículo recientemente publicado en Scientific American Mind, el consumo no mata las células cerebrales, pero sí puede dañarlas. Concretamente, el alcohol puede dañar las dendritas, que son unas protuberancias neuronales cuya función es transmitir información entre neuronas. Por tanto, si se dañan estas comunicaciones, también se daña la retransmisión entre neuronas. Específicamente, este efecto tiene lugar en el cerebelo, que es la parte del sistema nervioso responsable del aprendizaje y de la coordinación motora.
Sin embargo, según el Dr. Petney asegura que este daño no es permanente, pero sí puede causar cambios estructurales en las neuronas afectadas. Además, Petney también hace hincapié en que la pérdida de neuronas enteras no tiene porque alterar la función cerebral, pero el daño de las dendritas si puede perturbar esta función.
¿Qué daño puede causar el alcohol?
Problemas de salud mental:
Se ha asociado el consumo de alcohol a problemas mentales, como ansiedad, depresión, o incluso psicosis (este último en niveles extremos de consumo de alcohol, con más de 30 unidades al día durante varias semanas). Además, detener de golpe el consumo de alcohol en grandes bebedores también acarrea problemas, como el conocido síndrome de abstinencia, con su consecuente nerviosismo, temblor, palpitaciones, etc.
Daño cerebral:
La resaca de al día siguiente puede producir deshidrataciòn y, en casos extremos, esta deshidratación puede producir daños permanentes en el cerebro (intoxicación alcohólica).
Riesgo de demencia cerebral:
El consumo exceso de alcohol, conocido como consumo episódico intenso, puede dar lugar a un aumento del riesgo de demencia cerebral.
Síndrome de Wernicke-Korsakoff:
Este síndrome es causado por una deficiencia de tiamina o vitamina B1. El consumo de alcohol a largo plazo puede causar una mala absorción y almacenamiento de vitamina B1, que empieza con una encefalopatía de Wernicke, con síntomas de confusión mental, alteración de los movimientos de ojos y marcha anormal. Si no se trata, se puede llegar a un síndrome de Korsakoff, que es un desorden psiquiátrico que implica demencia y psicosis.
DesdeLaPlaza.com/MD