Recuerda que la clave para tomar siempre buenas decisiones – o al menos que no sean nefastas- es tener un equilibrio mental. La aceptación de tu aspecto, de tu cuerpo, es un buen inicio. Si incorporas a tu vida la acción de poner en tu espejo un letrero que diga: «Soy bell@ por dentro y por fuera», el resultado será sorprendente, porque tu autoestima y seguridad aumentarán. Esto no quiere decir que descuides tu alimentación, al contrario, es conocer todo el valor que acumulas al margen de la talla o peso corporal que tengas. Cuando vives en paz, las decisiones que tomas entorno a tus alimentos y vida mejoran radicalmente.
Piensa en tu cuerpo como el vehículo para toda una vida: Respétalo, hónralo y aliméntalo. Cuerpo, alimentos y emociones son una cadena orgánica. Lo que comemos impacta en la manera en que nos sentimos y viceversa, nuestras emociones impactan en los alimentos que elegimos y la forma en que comemos. No son factores aislados. Por ejemplo, ¿sabías que tu ansiedad puede ser originada por una deficiencia de ciertos nutrientes? ¿Sabías que podrías reducir o incluso eliminar tu medicación para la depresión haciendo cambios alimenticios y llevando un tratamiento temporal con complementos nutricionales?
Por otro lado, debes tener en cuenta que tus emociones -y no saber manejarlas- impacta en la forma en la que comes y en los alimentos que eliges. La elección de tu alimentación correcta no es la que lleva a la pérdida de peso -al menos, no únicamente- . Tu objetivo debe ser aprender a escuchar a tu cuerpo, a nutrirlo de forma natural, equilibrada y saludable. Aprender a aceptar, honrar, cuidar y amar a tu cuerpo. Aprender a diseñar un estilo de vida saludable.
Desde la Plaza/NotiSalud/AMH