“Gracias a Dios he tenido esa suerte de que me he visto con esta gente y todo el tiempo me han atendido de maravilla. No me puedo quejar”.
Bajando una casa, cerca del módulo de Barrio Adentro de la entrada de El Observatorio, en el barrio Andrés Eloy Blanco del 23 de Enero, vive Janner Toledo con su hermano “El Chino”. Tiene 57 años de edad. A los pocos meses de haber nacido en el bloque 50, su familia se mudó para esa casa.
En 2014 se cayó por unas escaleras del callejón El Carmen mientras cargaba una bombona de gas. Él pensó que se había fracturado una costilla, pero después de tres meses del accidente le costaba respirar, no podía ni subir desde su casa al módulo porque se cansaba.
Le sacaron unas placas y no le salió nada. Un día se acuesta y siente que le falta el aire. No puede respirar. Al día siguiente se va para el módulo y el doctor Pedro lo remite para el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) de la Zona E del 23 de Enero. Le hacen una placa y le hallan líquido en el pulmón izquierdo. Se le había reventado un vaso sanguíneo. De regreso al módulo, cuando el doctor ve las placas lo manda nuevamente al CDI de la Zona E. “Te me vas”, le dice a Janner. Inmediatamente lo hospitalizan. Le apartan una cama y le ponen oxígeno por tres días. Le colocan varias inyecciones y le dan una pastilla diaria. Después lo trasladan a El Algodonal y le sacan el líquido en dos oportunidades. Luego lo llevan a Montalbán para hacerle una resonancia magnética. Dura 15 días allí. Le mandan su tratamiento. Busca las pastillas en Sanidad. Son como siete diarias. En lo único que gasta es en la compra de un Ibuprofeno y lo consigue baratísimo en una farmacia social. Estuvo en tratamiento por año y medio. “Hasta el sol de hoy me he sentido mucho mejor”, dice.
Janner Toledo agradece por tener el módulo de Barrio Adentro cerquita de su casa.
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Después de la vaguada de Vargas del 99, el alcalde Freddy Bernal, con la ayuda de un grupo de médicos cubanos, puso en marcha un plan piloto de salud para atender a las personas que sufrieron por la tragedia. Esto resultó ser el cimiento de lo que más tarde, en 2003, el presidente Chávez anunciaría como la Misión Barrio Adentro. Esta misión comprende varias fases. La primera es esa atención primaria que se brinda en el módulo de ladrillos naranjas y de estructura metálica azul. La segunda corresponde a los CDI, los CAT y los SRI. La tercera consiste en la modernización tecnológica de los hospitales del país y la más reciente, la cuarta, de 2006, busca la construcción de centros especializados.
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Todo el tiempo me han atendido de maravilla
Cuando le hicieron la resonancia magnética estaba asustado. Escuchó a la doctora cubana y a la enfermera venezolana decir: “y el páncreas, está bien. Los riñones, también. Todo está bien.” Le nombraron todo menos el hígado. “¡Ay, mano! No tengo hígado”, dijo Janner. Le preguntó a la enfermera por su órgano. “Tranquilo, el hígado funciona. Lo que tiene son unos cálculos en la vesícula”. Ya la cuarta parte del pulmón había rebajado el líquido. “Era una gotica, pero habían pasado tres meses del accidente”. Él seguía trabajando normal. Cargando bombonas, llevando las bolsas del mercado de los vecinos, las de basura, cargando cemento. Si el pulmón se le hubiese llenado, habría colapsado el cuerpo. “Casi me muero”, dice, pasando su dedo índice por su cuello.
El tratamiento lo llevó al pie de la letra. “Ya estoy operativo. Me fue bastante bien”. No recuerda los nombres de los médicos cubanos que lo atendieron. De Sanidad le pasaron los medicamentos para Puericultura, más adelante de la antigua Chocolatera La India, y allí le vigilaron las recetas.
Tener el módulo tan cerquita le ha prestado muchísimo. Se ha ahorrado un dineral en medicinas. Janner sufre de tensión alta y los médicos se los dan periódicamente, el Cartopril y los demás remedios que están a su alcance.
“Yo conozco a todos esos doctores. Ellos pasan por ahí y nos saludamos. Me conocen hasta en Cuba”. Saben de él por paciente y por músico. Grabaron un video con su grupo tocando en el módulo y una profesora lo llevó a Cuba. Estaba Sixto en la guitarra, Joseíto y Janner en las maracas y el cuatro. El grupo se disolvió porque la profesora cubana se fue. No han venido más los profesores. Había uno de música, otro de danza, el de pintura. Atendían en el módulo y en las escuelas de por aquí. Se reunían los sábados. “Quedaron los doctores nada más”.
Janner ayudó a fabricar el módulo. Eso fue como en 2011. “Varios de por aquí participamos. Batimos la mezcla, amarramos cabillas. Nos pagaban semanal. Después ayudé a los herreros y también me pagaban”.
De Cabo Primero a esposo
Trabaja con herrería, carpintería, aluminio y vidrio desde que se retiró de la Marina de Guerra. Entró en el 77 y salió en el 80. Eran muchos hermanos y pensó que sería una carga menos para sus padres. Estuvo en tierra y luego a bordo con el rango de Cabo Primero. Conoció las costas e islas del país hasta Jacksonville. Aprendió algo de inglés. “Salí porque iba a enganchar, a seguir la carrera, pero al final nos hicieron la vida imposible. De los siete quedaron tres. No nos dejaban salir. Con ese carácter no aguanté y eso que desde pequeño quería entrar a la marina. De allí me fui a trabajar para la calle. Me casé, tuve dos muchachos y se echó a perder la cuestión”.
DesdeLaPlaza.com / Mayrin Moreno Macías