Me encanta Venezuela porque la gente me cree todo lo que le digo y no se hace preguntas de más:
No hay harina de trigo.
Pero qué divino es comerse un calzone o una pizza (¡con doble queso, por favor!).
No hay harina de trigo y todos se ocupan en comprar una canillita.
Ni modo, les tocará resolver con un pan sobado, un pan campesino, un cachito de jamón o tal vez un pastelito de pavo y queso crema (¡uff!).
No hay harina de trigo.
Pero no me pelo una buena pasta seca, ¡dígame esa que está rellena de mermelada!
¡No hay harina de trigo!
Está bien, a nadie le preocupa mientras pueda degustar un buen brownie, ¡y si está acompañado de helado de mantecado, mucho mejor!
Y hablando del helado…
¿Han vuelto a ver la leche en polvo completa?
Un rotundo no, luego de largas colas.
¡Pero qué importa! Ese trago de amargura pasa rápido tomándose un “teterito” o un marroncito.
Las vacas venezolanas se quedaron sin leche, toda una lástima.
Pero eso no importa siempre que podamos encontrar nuestra rica variedad de quesos: telita, de mano, guayanés, crineja, cuajada o un glorioso palmito.
Y si vamos a rellenar una arepa o una cachapa con alguno de estos quesos no podemos olvidar la mantequilla, ¡eso sí que alegra cualquier desayuno!
Y hablando de la arepa…
¡Un kilo de harina de maíz precocida es una aguja en un pajar!
Pero qué más da, esa angustia la mata cualquier puestico andino de empanadas. De esos que pululan por ahí. Tienen de queso, carne molida, mechada, pollo, pabellón, dominó y todo lo que se le ocurra.
¿Y las areperas? Sacando arepas sin parar, ¡la producción nunca puede detenerse!
Los veo a todos muy amargados. Y puedo entenderlo, con lo difícil que es ver un kilo de azúcar.
Yo resuelvo ese problema en 4 panaderías de Caracas que me gustan mucho, una en La Florida, otra en La Candelaria, otra en Las Mercedes y otra en El Paraíso. Con comer el pie de limón o parchita, los profiteroles, los canoli, las palmeras o las milhojas de esos sitios, ¡la dulzura vuelve a mi alma!
Un trago de refresco también ayuda a subir los niveles de azúcar, si les hace falta.
Y además de dulzura necesitamos energía, esas que nos dan las proteínas. Las animales, sobre todo, las favoritas del venezolano.
Pero para no perder tiempo buscando un kilo de carne regulado, mejor es un plato de lomito de Mercal, de ese que venden en cualquier brasero o restaurante de carnes de su preferencia. Nombre el que mejor le parezca, no necesariamente debe ser El Alazán.
Me encanta que el venezolano no me haga preguntas de más y compre todo lo que le vendo.
El 24 de febrero fue una buena fecha para disipar todas esas dudas. Efe lanzó el helado de Toddy, ¡oh, gloriosa combinación! ¿Dónde está la leche y el azúcar? Pues en una bendición de 920 gramos que además tiene garantizado “el inventario de materia prima durante todo 2016” (según su gerente de marca, Joanna Gómez).
Obviamente el venezolano no se hace preguntas de más porque en Venezuela no hay guerra económica, no está pendiente de eso, y tener la palabra “Toddy” durante dos días seguidos como tendencia en twitter es solo un indicio…
DesdeLaPlaza.com / Simón Herrera