El coito doloroso representa una de las alteraciones sexuales más perturbadoras en la mujer, de no ser tratado a tiempo puede llevar a la pérdida del deseo sexual.
Su nombre dispareunia, definida por el Manual de Diagnósticos de las Enfermedades en Sexología, FLASSES, como el dolor genital persistente o recurrente en una mujer u hombre durante o después de la relación coital que afecta a la pareja.
Debemos diferenciarlo del vaginismo que es una patología de la función sexual a nivel de la respuesta sexual de la mujer que se presenta durante la fase de excitación, caracterizada por una contracción involuntaria o espasmo involuntario de los músculos pubococcígeos lo cual cierra el tercio externo o entrada de la vagina impidiendo la inserción del pene, dedos, espéculos u otros objetos en la vagina.
Reconocer los síntomas
Es de suma importancia conocer los síntomas de alerta de cada disfunción sexual para no seguir refiriéndonos que dispaurenia y vaginismo es lo mismo.
En el caso de la dispareunia o coito doloroso, en primer lugar se puede dar por causas orgánicas, como: deformaciones o trastornos del introito vaginal, de la vagina. También puede producirse como consecuencia de infecciones vaginales o del clítoris (vulvitis, vaginitis), enfermedades de la uretra (uretritis, cistitis) y del ano, malformaciones o cicatrices, enfermedades de la pelvis, o incluso enfermedades más generales, como diabetes o estados carenciales de estrógenos. Así mismo, cualquier estado físico que origine escasa lubricación vaginal puede producir molestias durante el coito.
Y también por causas psicológicas como los efectos de una educación sexual inadecuada o una mala información, la ansiedad, la falta de excitación sexual, temores o miedos intensos asociados al coito debido a experiencias traumáticas anteriores e incluso un tiempo insuficiente dedicado a la excitación que impida la adecuada lubricación vaginal.
La primera vez no debe ser dolorosa
Culturalmente se establezca que la primera relación sexual debe ser dolorosa para la mujer, pero no es cierto, no tiene porque existir dolor, si se logra estimular adecuadamente, y dedicarle tiempo para que la mujer logre disfrutar del momento. Así mismo, la ansiedad generada alrededor de los encuentro sexuales, puede facilitar la aparición de una tensión considerable en la mujer que dificulte la penetración, haciéndola dolorosa, e incluso que disminuya la lubricación. Para el diagnóstico y tratamiento de la dispaurenia, se debe consultar al ginecólogo o sexólogo.
En el caso de vaginismo hay que descartar causas orgánicas como la existencia de alguna cicatriz en la entrada de la vagina como consecuencia de un parto traumático, una insuficiencia hormonal originada por falta de estrógenos, por la llegada de la menopausia, una infección, causada en la mayoría de sus veces por alguna infección de transmisión sexual y que hace que la vagina se inflame hasta el punto de que el contacto sexual resulte imposible.
Una vez descartadas las causas orgánicas, podemos hablar de causas psicológicas, cuyo denominador común es el temor, lo que hace que la contracción muscular se adelante a la penetración.
Las principales causas psicológicas son el sentimiento de culpabilidad que algunas mujeres experimentan al sentir placer, sobre todo aquellas que fueron educadas por tabúes religiosos, el disgusto por el sexo, ya sea como consecuencia de la educación recibida o por alguna experiencia traumática, como un intento de violación o incesto, la frustración que supone el fracaso reiterado de las primeras experiencias sexuales desconocimiento de la anatomía, tanto propia como del compañero, el miedo al dolor o a un posible embarazo y la creencia de ciertos mitos de la virginidad, como el de la ruptura del himen y la sangre, sin saber que en las primeras relaciones no tiene por qué haber ni sangre ni dolor.
Por lo general se considera la dispareunia como un trastorno típico de la mujer, también puede producirse en el hombre, si bien su incidencia es muy escasa. En la mayor parte de los casos se refiere a dolor en la eyaculación, bien centrado en el pene, bien en los testículos o en los órganos internos. Lo más habitual es que se deba a infecciones de la uretra, vesículas seminales, glándula prostática o incluso de vejiga urinaria.
Lo mismo que en el caso de la mujer, se suele imputar el dolor en causas orgánicas, como la inflamación o infección del pene, el prepucio, los testículos, la uretra o la próstata, o anormalidades estructurales del pene como la enfermedad del Peyronie. No obstante, al menos en la mitad de los casos parecen fundamentales los factores psicológicos como educación inadecuada, miedo a la relación o a la penetración, aprendizaje de experiencias anteriores traumáticas, entre otros.
Como siempre le sugerimos la primera y mejor opción es acudir al especialista para corroborar los síntomas y poder tener un diagnóstico preciso. Y tener una vida sexual satisfactoria es igual a calidad de vida.
DesdeLaPlaza.com / Rina morales mera
Orientadora en sexología
tw: @rinamoralesmera