Abrir espacios para hablar de libros es una aventura que no termina. Quienes militamos para esa causa noble y sorpresiva, nunca descansamos. Son muchas las técnicas para encender esa mágica chispa que hace del hábito de la lectura una necesidad, una urgencia, una especie de piquiña que no nos abandona hasta que encontramos el libro indicado y lo abrimos.
Inspirada en iniciativas como la de Marialcira Matute e Isidoro Duarte en TVLecturas y Librería Mediática, decidí impulsar un nuevo lugar. Su nombre: Brújula Librera. Su meta: sumar lectores. El método: reseñas de libros, formación académica, cambalaches, autopromoción en redes sociales y abrir un Club de Lectura.
El Club de Lectura Brújula Librera nació definitivamente este sábado 31 de octubre. Luego de mes y medio de organización y promoción en redes sociales y radio, finalmente nos reunimos en el reinaugurado Eje del Buen Vivir de Bellas Artes, en Caracas, en torno al libro Corazones sombríos y otras historias bizarras, de ese gran escritor venezolano llamado Wilfredo Machado.
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Comenzó a llover a mediodía y todo pintaba mal. Wilfredo, nuestro invitado de honor, se había quedado varado en La Yaguara por fallas eléctricas del Metro de Caracas. Algunos de los miembros del club ni siquiera pudieron salir de sus casas o de sus lugares de trabajo por obvias razones climáticas.
A pesar de todo, decidí seguir adelante. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Terminar sola comiendo pizza y tomando cerveza en La Patana. Así que llegué al estacionamiento del Teatro Teresa Carreño con un mensaje de texto en mi teléfono celular: “Estoy frente a la Librería del Sur”. Era Wilfredo.
Nos encontramos allí, compré unos cuantos libros (varios de Juan Calzadilla) para un experimento con mis estudiantes de Trayecto Inicial en la UNEARTE, y salimos a encontrar un lugar que nos protegiera de la lluvia, que estuviera lejos de la contaminación sónica y que nos permitiera entablar una conversación íntima. Mientras mirábamos a nuestro alrededor, se nos acercó una señora de cabello gris. “¿Eres Gipsy?”, me preguntó, “escuché tu invitación por la radio y decidí venir”. Entonces, éramos tres.
Cruzamos hacia el Eje del Buen Vivir y terminamos en uno de los quioscos que venden comida rápida y cocuy. Mientras acomodábamos las sillas, llegó Marialcira Matute y su madre, el poeta Arturo Sosa Leal y su sobrino. El grupo crecía. Terminamos siendo doce personas hablando de libros, métodos, procesos creativos y escuchando embelesados a Wilfredo Machado y toda su sabiduría literaria. Nos leyó algunos de sus textos, respondió nuestras preguntas y nos interrogó de vuelta.
Terminamos con los autógrafos de rigor, con abrazos fraternos, sonrisas amplias y el intercambio de números telefónicos y correos electrónicos. La siguiente cita, en noviembre, será con Earle Herrera y su libro La magia de la crónica. Él ya aceptó la invitación, diciendo que le parecía una “aventura maravillosa” a la que quería sumarse. Natividad, la señora de cabello gris, ya estaba preparada, en sus manos además de los libros de Wilfredo tenía, con mucho orgullo, la segunda edición de La magia de la crónica. “Ya estoy haciendo la tarea”, dijo entre una feliz carcajada.
Un sábado lluvioso de final de mes terminó siendo la cita perfecta para doce personas que decidieron unirse a un Club de Lectura. Y resulta curiosa la gente que dice que el mundo está mal, que a esto se lo llevó quien lo trajo. Porque si me preguntan a mí, mientras nosotros los lectores nos sigamos encontrando al aire libre, tenemos el futuro en nuestras manos.
Porque el libro, ese objeto con alma, todo lo cura, todo lo salva, todo lo puede.
@GipsyGastello
DesdeLaPlaza.com/Gipsy Gastello