La aparición de Facebook tuvo dos efectos inmediatos en las personas: permitió que cualquier persona del mundo estuviera al alcance de otra por medio de una página web, pero por otro lado, vulneró de manera implícita la intimidad de cada individuo, publica el portal infobae.
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El cerebro de Mark Zuckerberg, percibió de antemano las dos consecuencias del uso de su red social y decidió emplear un modus operandi proporcionalmente inverso sobre su vida personal.
El informático de 31 años tiene 39 millones de seguidores en su perfil de Facebook, 41 mil millones de dólares en su cuenta bancaria y desde hace 12 años una pareja de la que se sabe poco y nada.
Se llama Priscilla Chan, una joven pediatra que conoció a su actual marido antes de que éste se hiciera multimillonario y que, para muchos biógrafos, cumplió un rol fundamental en el éxito de Facebook.
El solitario que unió a la gente
«Estoy tratando de hacer del mundo un lugar más abierto», escribió Zuckerberg en la información de su perfil de Facebook.
Zuckerberg mantuvo una personalidad muy reservada y nunca abandonó esa condición de «niño nerd», con dificultad para entablar relaciones.
Según él mismo reconoció, sus mejores amigos son sus tres hermanas, Randi, Donna y Arielle, quienes incluso tuvieron que mudarse al radio más cercano de su mansión de Palo Alto, California.
Zuckerberg odia dar entrevistas a la prensa (casi ni lo ha hecho en los 11 años de Facebook) y hasta siente incomodidad en cualquier congreso o evento social.
De tal manera, su media naranja no podía ser otra: hija de inmigrantes chinos, de perfil bajo y capaz sin ambición alguna por la fama ni los flashes.
El cable a tierra
Chan tiene todas las características de una típica joven estadounidense, con la salvedad de que también posee un cerebro privilegiado.
Fue elegida por las autoridades de su escuela secundaria como uno de los «jóvenes genios». Luego se recibió de bióloga en la Universidad de Harvard y finalizó sus estudios con la especialización en pediatría en la Universidad de California, en San Francisco.
«Priscilla no necesita aparecer en la tapa de las revistas. Estamos en un ecosistema de estrellas de reality y tanto ella como Mark representan un contrapunto al estereotipo que estamos acostumbrados. Por eso a la gente también le cuesta acercarse a ellos», dijo Heidi Rozen, una financista y vecina de Silicon Valley.
La joven rompe constantemente con lo establecido: para su materimonio contactó a ningún diseñador de lujo, sino que apeló a un vestido de «apenas» 4.300 dólares en una tienda en Denver.
«Me enteré de que era un vestido mío cuando mi marido me lo hizo saber por una fotografía. Incluso, no era de nuestros vestidos más vendidos», aseguró Claire Pettibone, la diseñadora de la prenda.
Simbiosis inmediata
La historia inició paradójicamente en una cola de un baño en una fiesta de estudiantes de Harvard. «Él tenía todo el look del niño nerd que no tenía mucha calle», reveló Chan.
Él tomó la iniciativa y lanzó su frase de seducción: «En este momento que estoy hablando contigo, tendría que estar estudiando para mis exámenes semestrales». Desde ese momento, la relación casi no tuvo grietas.
Los más cercanos aseguran que Zuckerberg y Chan tienen demasiados cosas en común en su personalidad. Los dos son metódicos, obsesivos y extremadamente racionales a la hora de tomar decisiones.
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Por eso, muchos se animan a adjudicarle a ella una gran parte de responsabilidad en el éxito empresarial de su pareja.
«Ella siempre fue y será una parte muy importante de Facebook», afirmó David Kirkpatrick, autor del libro «The Facebook Effect». «Lo más significante de todo es que Priscilla conoció a Mark antes de que él fuera millonario», añadió.
En el 2006, Zuckerberg recibió una oferta de Yahoo! de 1.000 millones de dólares para la venta su compañía. «Fue una de las decisiones más difíciles que le vi tomar a Mark», relató Chan.
«Tuvimos una charla larguísima al respecto. Yo le dije que teníamos que mantenernos firmes en los objetivos que teníamos, las cosas en las que creíamos y las que disfrutábamos en la vida», agregó.
Días después, Zuckerberg rechazó la propuesta con la frase: «Facebook es mi hijo».
De organización y obsesiones
La pareja tiene sus particularidades en lo referido al aspecto organizativo de su vida: prácticamente no pueden dejar las cosas libradas al azar.
En el 2005 ambos tuvieron una pequeña separación. Al momento del reencuentro, Priscilla decidió poner unas reglas para que el vínculo marchara por el buen camino: Zuckerberg tendría que pasar 100 minutos de privacidad con ella y compartir al menos una salida nocturna, todo en una semana.
Poco después, el propio magnate de los medios, Ruppert Murdoch, reveló que Zuckerberg terminó abruptamente una reunión entre ambos bajo la excusa de que tenía que ir al cine con su novia.
Ambos también están muy obsesionados en mantener el control de su privacidad. Ellos deciden qué mostrar y qué esconder.
El periodista de The New Yorker José Antonio Vargas reveló que al consultar a los más íntimos amigos de la pareja, ninguno quiso que se publicara su nombre por temor a las represalias.
El cambio de rumbo
Nunca se sabrá si fue algo premeditado o no, pero el casamiento de Zuckerberg y Chan, en 2012, se produjo apenas un día después de que Zuckerberg decidiera poner a Facebook en la bolsa.
Fueron dos días en que el joven empresario decidió ceder y compartir. Ambos se casaron en el jardín de su mansión de 7 millones de dólares y el hermetismo de la boda fue tal, que los invitados creían que asistían a un evento de caridad de ella.
Recién el 31 de julio de este año, el propio Zuckerberg rompió el tablero y reveló un hecho tan íntimo como cautivador: «Queremos compartir una experiencia. Hemos estado buscando un hijo durante varios años y sufrimos tres embarazos interrumpidos (…) Nuestra buena noticia es que el embarazo actual avanzó lo suficiente y que las probabilidades de una nueva pérdida son mínimas», escribió él en su perfil de Facebook.
Mientras se encaminan hacia el nacimiento de su primera hija, Zuckerberg y Chan parecen haber escogido el mismo camino que otro cerebro de la informática, Bill Gates, y su mujer Melinda. Cada aparición en público de la nueva «pareja real» de Internet, es para anunciar alguna donación o un evento de caridad.
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