Si pudiéramos dar marcha atrás en el tiempo como el que rebobina una película larguísima, nos encontraríamos hace unos 90 millones de años con el último ancestro común de seres humanos y ratones. Hace unos 310 millones de años, nos toparíamos con el último pariente directo que compartimos con las gallinas. Hace 450 millones, con el de los peces. Hace unos 1.000 millones de años, con el de los invertebrados. Y, rebobinando más hasta que desaparecieran casi todos los seres vivos conocidos de la faz de la Tierra, desembocaríamos hace unos 1.500 millones de años en el último ancestro común que compartimos con todos los demás organismos que, al igual que nosotros, poseen células con núcleo, los eucariotas, como animales, plantas y hongos.
Ahora, los científicos ofrecen un retrato robot de aquel ser que acabó dando lugar a toda la vida que observamos a simple vista: era un organismo acuático, de una sola célula y con dos flagelos, los apéndices con forma de látigo que conservan los espermatozoides. “Sería similar, por ejemplo, a los actuales Malawimonas”, explica el investigador francés Romain Derelle, principal autor del estudio. Los Malawimonas son organismos de apenas cinco millonésimas de metro, cuyo esquema remite al dibujo infantil de “un 6 y un 4, la cara de tu retrato”. De ahí venimos.
Desde la Plaza/El País/AMH