Los fantasmas solo existen en la mente y ahora los científicos saben exactamente dónde encontrarlos. Un equipo de investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza) fue capaz de reproducir la sensación de «presencia extraña’ en el laboratorio.
Para el estudio, los investigadores crearon un robot que permite producir esa sensación mediante el envío de señales a destiempo al cerebro. Los resultados de la investigación se han publicado en el último número de la revista Current Biology.
El 29 de junio de 1970, el alpinista Reinhold Messner vivió una experiencia inusual. Haciendo recuento de su descenso de la cumbre Nanga Parbat, acompañado por su hermano y con síntomas de congelación y falta de oxígeno, recordó que sintió la presencia de un tercer escalador, “un poco a mi derecha, a unos pasos detrás de mí, justo fuera de mi campo de visión, era invisible, pero estaba ahí”, contó.
Historias como esta se han narrado en innumerables ocasiones por parte de alpinistas, exploradores, supervivientes, o personas que han enviudado, pero también por pacientes que sufren de trastornos neurológicos o psiquiátricos. Estos enfermos describen una presencia que se siente pero no se ve, semejante a un ángel de la guarda o un demonio. Una sensación inexplicable, ilusoria y persistente.
El equipo de Olaf Blanke en EPFL ha desvelado ahora qué ocasiona esa sensación fantasmal. En el estudio, los autores mostraron que es en realidad el resultado de una alteración de las señales cerebrales sensoriomotoras, que están implicadas en la generación de conciencia de uno mismo mediante la integración de la información de nuestros movimientos y la posición de nuestro cuerpo en el espacio.
En su experimento, el equipo de Blanke interfirió con la entrada de señales sensoriomotoras de los participantes en el experimento, de tal manera que sus cerebros ya no identificaban esa señales como pertenecientes a su propio cuerpo, sino como las de alguien más.
Desde la Plaza/Ciencia Hoy/AMH