Un grupo de científicos, liderados por Nathan Holton de la Universidad de Iowa (EE UU), plantea que las barbillas de los humanos modernos no provienen de la evolución de fuerzas mecánicas –como la masticación–, sino que son el resultado de una adaptación que involucra el tamaño y la forma de la cara, posiblemente vinculada a cambios hormonales a medida que el ser humano se volvió más social.
«De alguna manera, parece trivial, pero una de las razones por las que la barbilla es tan interesante es que somos los únicos que la tenemos», explica Holton, autor principal del trabajo que publica la revista Journal of Anatomy.
Esta nueva teoría se ha desarrollado utilizando análisis biomecánicos faciales y craneales avanzados sobre unas 40 personas, que se midieron desde que eran niños hasta que fueron adultos.
El mentón, la prominencia ósea de rostros pequeños
El equipo de investigadores señala que las fuerzas mecánicas, incluida la masticación, parecen incapaces de producir la resistencia necesaria para que un hueso nuevo se cree en la mandíbula inferior o área del mentón.
“A medida que nuestros rostros se volvieron más pequeños –nuestras caras son aproximadamente un 15% más cortas que las de los neandertales– el mentón se convirtió en una prominencia ósea”, asegura el estudio.
En general, los científicos afirman que es poco probable que las barbillas tengan relación con la necesidad de disipar tensiones y de deformar el rostro. «Otras explicaciones tienen más probabilidades de ser correctas», concluyen los expertos.
DesdeLaPlaza.com/Ciencia Explora/AMH