Planificar, coordinar y supervisar -preámbulo del juego laboral- los sabores que ofrece la máquina mientras motiva al plebeyo para convertirse en príncipe. Los besos de los aduladores, las caricias de quienes ansían que falle para tomar el control y el terror de seguir en la ruta del plebeyo mientras la máquina lo seduce con pequeños detalles para decirle: ya estás en la colina de los amos.
Alguna vez, un hombre malintencionado hizo creer al mundo que la planificación garantiza el éxito. Pero aquel que ha trabajado sabe que es falso. El fracaso siempre está ahí, esperando sigilosamente con zapatillas de gomas. Coordinar es fundamental para crear equipos de trabajo que deben cumplir una tarea, un objetivo o un producto. Pero no conocer los límites humanos, espirituales y técnicos de las partes involucradas, no tiene sentido. Recordar que son los hombres y mujeres quienes mueven el mundo y ellos no son máquinas.
Supervisar, como última fase y la más compleja, porque obliga al príncipe a bajar a la multitud para conocer si el trabajo se está realizando y si está siendo efectivo, porque los príncipes tienen reyes que le exigen indicadores de gestión y logros, porque saben muy bien que pueden ser decapitados en cualquier momento si no cumplen con las expectativas.
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Ahora, ¿Puede un príncipe caminar entre plebeyos y ser parte de ellos?
El trabajo planificado genera tareas, artefactos y objetivos; coordinar la delegación de cada uno de estos y además, se comprende que el trabajo, como toda actividad innovadora y creativa, requiere de un proceso que puede estar despierto o dormido en una persona, pues las soluciones o las interrogantes no salen de una caja de cereal. A veces ni siquiera ocurren en el trabajo, por ello el trabajo no siempre se ejecuta de la manera esperada.
¿Trabajar es ir a la oficina o trabajar es cumplir con tus asignaciones?
Asumiendo que el príncipe al salir de sus aposentos y observar minuciosamente a sus plebeyos, debe generar el mejor de los orgasmos que cualquier humano puede sentir, incluso hasta en la relación sexual más salvaje y perversa. Por ello, la pelea por ser príncipe siempre es un espectáculo digno de cotufas, soda y estéreo.
La publicidad más exitosa de la historia dijo: “El trabajo empieza a las 8:00 a.m. y culminará a las 5:00 p.m.” todos los seres humanos la asumieron hasta hoy, ni siquiera la cuestionaron. Pero llegó el momento de tumbar el mito.
Existen cientos de tesis científicas y sociales que estudian el fenómeno laboral, algunas propuestas: horarios escalonados y flexibles, trabajar por objetivos, usar la oficina más cercana al hogar y la más escandalosa: el teletrabajo.
¿Cuántas personas hay con discapacidad o trabajadores que convivan con algún familiar en esa situación? Madres solteras, padres solteros con horas lanzadas al viento durante su traslado a su cubículo de crucifixión, cuando su trabajo puede ser realizado desde una conexión remota o un horario no convencional.
¿Cuánto afectará a las grandes ciudades que cada institución -privada y publica- asuma la realidad de que el paradigma laboral está cambiando?
Existen cientos de herramientas libres, no tan libres y propietarias que pueden cumplir con los objetivo del príncipe, que jamás olvidó su pasado de plebeyo. La tecnología se convierte en un brazo que transforma a la sociedad para otorgarle calidad de vida y laboral a cada uno de sus trabajadores y trabajadoras. Muchas de ellas se usan a diario, videoconferencias, mensajería instantánea, correo electrónico, sistemas de gestión de proyectos, redes privadas virtuales.
Evidentemente, las soluciones mágicas de cereal no existen y por ello, estas propuestas no tienen cabida para todos los sectores profesionales, pero serán impactados indirectamente por estas alternativas.
¿Será que el príncipe dejará de masturbarse con su revista porno laboral y comprenderá que el orgasmo no será necesario cuando vea que el príncipe/plebeyo siguen siendo el mismo soñador?
DesdeLaPlaza.com/José M. España F./@YoSoyChiqui