Mujerícola 6: Cóndor

Mujericola

A María Emilia una patada en la barriga por cada día que estuvo embarazada hasta entonces. Cómo podía traer al mundo a “otro bastardo comunista”. No supo si era ella o era su bebe lo que la mantuvo apretada a la pata de una silla, mientras Argentina la arrinconaba a golpes. No vivió para conocer a Laura. La hicieron parir, para robársela. Hasta hoy, treinta y ocho años después.

Laurita se supo en manos de los asesinos de sus padres. Quiso odiar a sus captores. No pudo. La noche del once de abril de dos mil quince dejó de empuñar la silla aquella y soltó su cuerpo al baile de la soga.

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*

En la celda cuarenta y nueve, sesenta y siete mujeres, doce niños, una bomba lacrimógena.

El desespero las lanzó contra el piso para cubrir con una manta mojada la carita de los lactantes. Lloraban los gases, también la muerte en que se había convertido la vida. No hubo teta que los calmara. Tampoco grito que las librara de respirar. El aire se había confundido con una bomba ajena a su causa. Caminó el pasillo desde donde encerraban a los hombres y había de ahogar aun más las esperanzas. Desde entonces, Ana no ve bien. Tenía un poco más de un año cuando una nube le picó los ojos. Todavía hoy le duele mirar. Lía, que tenía dos, cuando algo no sale bien contiene la respiración hasta ponerse roja y explotar en llanto para bañar las sábanas. No soporta las grandes concentraciones. La llanura se le parece al fin. Martita tuvo dos hijas. En el momento en que se portan mal le provoca abrazarlas con la almohada. No quiere hacerles daño. Quiere dejar de sufrir.

**

Graziella cocinaba cuando llegaron para apresarla. Se secó las manos en el delantal, mientras ellos caminaban por el jardín. Tapó la tupperware. Se despojó de la bata. Los miró acercarse por la ventana. Se hizo de un lápiz. Esperaba este momento. Había ocurrido con tantos, y ellos no serían la excepción. Su marido era un militante comunista, enemigo de número de la dictadura. Era nueve de julio de mil novecientos setenta y seis:

Luis
Me vinieron a buscar las Fuerzas Conjuntas (de Uruguay)
Hay comida en la heladera.

***

Silvana y Manuel se habían juntado recién cuando le pusieron las esposas. Sus madres tuvieron que ir a la cárcel de cada uno a jurar que eran pareja, para que se les permitiera “cartearse”. Nueve años incendiaron las hojas jurándose amor, peleando por esto, juntándose por aquello.

“Mi compañera sin nombre,
compartamos nuestro pan,
nuestra risa, nuestro llanto,
mañana la libertad”.

Se encontraron en la calle cuando le soltaron las amarras. Silvana cerró los ojos y palpó la nariz de Manu, que no tardó en tomarla por la cintura y estrecharla hasta que sudaron. Silvana se embarazó enseguida. Construyeron una casita. El sudor les mojó dos años. Se quisieron para siempre. Sólo estuvieron dos años uno al lado del otro.

****

A Susana la detuvieron en su casa. En cuestión de segundos decide que su hijo Ernesto se quedase con sus abuelos. Faltaba poco para que cumpliese dos años. Y prefirió que viviese el infierno desde lejos.

“Hijo, mírame bien la cara”. Dijo mientras lo tomaba por los hombros. “Seré siempre tu mamá. Recuérdame”. Ella supo que era la última vez que presenciaría la bondad.

Cuando conectaban los electrodos a sus pezones, el Estado se reorganizaba.

Yo no sé dónde nací,
ni sé tampoco quién soy.
No sé de dónde he venío
ni sé para dónde voy.
Soy gajo de árbol caído
que no sé dónde cayó.
¿Dónde estarán mis
raíces?
¿De qué árbol soy
rama yo?

*****

Laura era maestra primaria. Esperaba un poco antes de que fuera la hora de la salida, cuando todos estaban preparando sus cosas para devolverse a casa. Cerraba las puertas del salón con llave. Miraba por las ventana. Pedía que bajaran las persianas. Enchufaba el reproductor de discos de acetato y desenfundaba a Sui Géneris. Canción para mi muerte sonaba, y todos los niños entendían. Algunos volvían a llorar y rodeaban a su maestra. Otros permanecían en silencio.

Hubo un tiempo que fue hermoso
y fui libre de verdad,
guardaba todos mis sueños
en castillos de cristal.
Poco a poco fui creciendo,
y mis fábulas de amor
se fueron desvaneciendo
como pompas de jabón.

Te encontraré una mañana
dentro de mi habitación
y prepararás la cama
para dos.

Es larga la carretera
cuando uno mira atrás
vas cruzando las fronteras
sin darte cuenta quizás.
Tomate del pasamanos
porque antes de llegar
se aferraron mil ancianos
pero se fueron igual.

Te encontraré una mañana
dentro de mi habitación
y prepararás la cama
para dos.

Quisiera saber tu nombre
tu lugar, tu dirección
si te han puesto teléfono,
también tu numeración.
Te suplico que me avises
si me vienes a buscar,
no es porque te tenga miedo,
sólo me quiero arreglar.

Te encontraré una mañana
dentro de mi habitación
y prepararás la cama
para dos.

—-

Se reporta la tercera amenaza de bomba en un mes en los Espacios Memoria y derechos Humanos, la Ex ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) uno de los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio más emblemáticos de la dictadura militar argentina, ahora en las manos del pueblo organizado contra el alzheimer colectivo.

La bomba estaría dirigida contra “LA IMPOSIBLE RADIO DE LA CASA DE HIJOS”. Firmaría un Anonimus. Algunos recuerdos son insoportables.

Hace un par de meses, a los 38 años de edad, el nieto recuperado 109 se suicidó en la Ciudad de Buenos Aires. Pablo Germán Athanasiu Laschan, era hijo de un matrimonio de militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo -ERP-, con quienes fue secuestrado por parapolicías en 1976.

Habría sido apropiado por una familia con lazos directos con la dictadura. Recuperó su identidad en 2013.

Más de 1.600 militares de alta graduación de la última dictadura argentina (1976-1983) han sido procesados por crímenes de Lesa Humanidad. Entre ellos, más de 500 fueron condenados, muchos a cadena perpetua. Los juicios llegan incluso a médicos, parteras y capellanes participantes en la represión.

Se estima en más de cincuenta mil los asesinados, treinta mil los desaparecidos y cuatrocientos los encarcelados por la coalición de Estados, durante la década de los setenta y ochenta en el cono sur.

Se acusa al cóndor.

-Muy bien; me guardo el fuego en las pupilas,
cual si fueran volcánicas cavernas.
¿Y qué haré luego de mis dos linternas?

Memoria y fuego.

DesdeLaPlaza.com/Indira Carpio