Daniel Rabinovich murió este viernes, y por eso el mundo es hoy mucho menos alegre. Llevaba algunos meses postrado por la enfermedad, y sus compañeros de Les Luthiers ya habían previsto hacer sin él su nueva gira por España; en octubre pero nadie esperaba un final tan abrupto. Tenía 71 años y había nacido en Buenos Aires.
Notario de formación (escribano, en el español de Argentina) y percusionista y bolerista de afición, no había concebido su vida de otra forma que como miembro de Les Luthiers, el grupo de humor musical (o de música humorística) más querido en todo el ámbito del idioma español.
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Sus monólogos disparatados y llenos de juegos de palabras quedarán guardados para siempre en las vitrinas de lo mejor del arte escénico, y también sus gestos de histriónica elegancia o sus canciones melodiosas de formalidad irreprochable y de letras hilarantes.
Para quienes le conocieron fuera del escenario, Daniel Rabinovich será sobre todo el ejemplo de la amistad pura. Alguien que lo daba todo sin esperar nada, que escuchaba sin juzgar y que siempre tenía una alegría para cualquier tristeza.
Alguien capaz de telefonear al minuto de concluir la semifinal Madrid-Juventus para compartir la derrota con otro merengón como él y confiar vivamente en la próxima temporada. Aunque ya estuviera enfermo de preocupar.
Hoy llorarán su muerte algunos amigos de su alma como Joan Manuel Serrat, Jorge Valdano, Quino, el periodista colombiano Daniel Samper, el psiquiatra argentino Enrique Moreno.
Además de sus respectivas parejas, pues Rabinovich no se asemejaba en nada a esas personas que aíslan al amigo para hacer un aparte, sino de las que se integran con naturalidad en su entorno.
Y, por supuesto, los demás muchachos de Les Luthiers: Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Carlos López Puccio y Carlos Núñez Cortés.
Y, claro, Susi, su compañera de la vida, abogada laboralista, su eterna Susi, la madre de sus dos hijos, y su amiga de todos los caminos.
Aquí te dejamos uno de sus monólogos inolvidables
DesdeLaPlaza.com/Cultura El País/MD