Mayo

Quinto mes

A casa llegaron las lluvias de mayo. A la más pequeña se le salen por todas las bocas, especialmente cuando nos cubre la noche.

Tercer trasnocho

No tuve cabeza para vomitar palabras, y me acosté atestada, sin sacármelas antes de entrar a la cama.

Tres de la madrugada

El grito agudo de mi hija nos salvó del charco en el que me ahogaba. Ambas sentimos una descarga eléctrica. El golpe fue de un instante, pero me robó el resto de la noche.

Tres y tanta de la leche

A mi semillita le costó menos dormirse. El rayo nos había entrado por la teta, así que pasó un buen rato sin que quisiera probarla, hasta que venció a las sombras y decidió mamar bajo el cobijo de mi pecho.

Las cuatro de la ventana

Una vez dormida, me levanto, salgo a la breve cornisa y me siento junto al orégano a vigilar la noche. Era un vientre negro, vertedero de luces enfurecidas. Un temblor me obligó a entrar, cerrar el resquicio de la ventana.

E

En la cama, me meto debajo de E. Pronto su calor me tranquiliza. Pero no dejo de mirar en los pliegues donde la cortina se transparenta. Un pájaro blanco picotea los cristales. Salgo y le hago frente, “vete”. Pero, traspasa el orificio por donde mismo debió entrar el rayo. E, se voltea y grazna.

Larva

La lluvia de mayo trajo a mi primera hija. La lluvia de mayo me preñó de la segunda. Mayo se cuela por la ventana como pájaro de agua y deja su corazón regado bajo la cama, patas, alas, antenas, crisálidas rotas antes de la transformación.

Caldos

Me vuelve a levantar la noche. Quiero desaguar. Y, en lo que hundo el pie, la mayor de mis hijas llora entre sus propios caldos. Saco de ella sus pieles húmedas y la envuelvo entre hojas calientes, hasta que vuelve al sueño del inocente. Ya me había mojado.

Abril

Desnuda, me tendí en medio de M y E. Dejé que el agua nos arropara. Les tapé la nariz, para quedarnos en la profundidad de mayo. Arriba flotaba todo lo que se había tragado el aire, un pájaro blanco, los destellos irregulares de la rabia, la ninfas inacabadas, el frío, abril.