¿Con qué sueñan aquellos que lo tienen todo? ¿Qué desvela a ese pequeño sector de la población que sabe que salvo catástrofe ni ellos, ni sus hijos, ni sus nietos pasarán hambre y que, probablemente, tendrán todos los lujos a su alcance? Una reciente encuesta realizada por la firma de abogados Withersworldwide ha puesto de relieve las preocupaciones de los súper ricos que, como era de esperar, se parecen lejanamente a las del común de los mortales y se diferencian sensiblemente en los aspectos principales.
Una de las mayores inquietudes del escalón superior de los ricos es la posibilidad que el dinero que otorguen a sus descendientes haga que estos carezcan de la iniciativa y la ambición que ellos sí tuvieron para sacar adelante a su familia. Una preocupación compartida por uno de cada siete de los consultados, que en total conforman 4.500 individuos procedentes de todos los rincones del planeta. Tan sólo existía una inquietud mayor y compartida por los diferentes niveles de ricos participantes en el estudio, y era, como suele ser habitual, la salud (otra de esas cosas que el dinero no puede comprar).
Algún día, todo esto será tuyo
El declive de la tradición familiar no se manifestaba en la siguiente generación, que ellos mismos criarían, sino en la tercera, ya lejos de su influencia. “Si la primera generación son creadores de riqueza, la segunda tiende a conservarla, pero es la tercera generación sobre la que todos están preocupados”, explica Sara Cormack, de la firma de origen londinense. “Si siempre han tenido el plato lleno sin ver nada del duro trabajo que se necesita para conseguir toda esa riqueza, pueden perder la noción de cómo invertir ese dinero y lo difícil que fue conseguirlo al principio”.
Una preocupación que ha hecho que algunas de las personas más ricas del planeta decidan repartir su herencia entre los más desfavorecidos para evitar que sus descendientes reciban una cantidad exorbitante de dinero. Es el caso de Bill Gates, que prometió donar la mitad de su fortuna a obra social, o de Warren Buffett, que destinará el 85% de su patrimonio a caridad. Esta misma semana, el cantante Sting ha anunciado que no cedería su fortuna de más de 225 millones de euros a sus hijos. Entre las razones que dio se encontraba que esperaba que se ganasen la vida por su cuenta y que no quería que este dinero no fuese una carga, si bien se mostraba dispuesto a ayudarlos en caso de que lo necesitasen.
El miedo a un futuro incierto
Esta preocupación hace referencia a la extendida creencia que dice que la fortuna raramente pervive a más de tres generaciones, pero también da forma a una inquietud metafísica por parte de los que la expresan. Una vez se ha alcanzado la plenitud material y los sueños de juventud se han cumplido, queda preguntarse cuál será el legado que dejen a generaciones venideras. Por eso, la mayor parte de los consultados señalan que tenían el objetivo de crear nuevas empresas o fundaciones para dar a sus descendientes una nueva meta que alcanzar por sus propios medios. Otros reconocieron haber creado una declaración de intenciones familiar que sirva de guía de comportamiento para generaciones venideras.
Curiosamente, aquellos que pertenecían al escalafón superior de la riqueza (es decir, los que tenían un patrimonio superior a los 10 millones de dólares) manifestaban esta preocupación con el doble de frecuencia que los menos ricos de los ricos (un patrimonio inferior a 10 millones), en cuyo caso, descendía hasta el puesto número cuatro. Otras inquietudes frecuentes entre los más acaudalados era el fracaso en las inversiones futuras, la incapacidad de velar por los intereses de la familia y una hipotética separación matrimonial.
El informe, llamado The Meaning of Wealth in the 21 Century, presenta entrevistas con 16 grandes familias, entre cuyas preocupaciones secundarias se encuentran también no poder pasar el suficiente tiempo con sus descendientes –quizá de ahí su miedo por lo que puedan hacer aquellos que les siguen los pasos– o el miedo a que el dinero pueda ser un motivo de disputa dentro de la familia.
Desde la Plaza/ El Confidencial / AMH