Las aves normalmente vuelan cerca de la superficie terrestre, entre árboles y edificios, y se elevan siguiendo corrientes térmicas ascendentes.
Estos dos entornos tienen un alto índice de «turbulencias«, pero los pájaros han desarrollado dos modos de adaptación que los hacen mucho más capaces de enfrentarse a ellas que los aviones.
Los nervios en la base de sus plumas les permiten detectar la corriente de aire que se registra sobre sus alas y monitorear muy precisamente las turbulencias.
En lugar de esperar que un golpe de aire les sacuda el ala completa, los pájaros pueden anticiparse a las más pequeñas variaciones de corriente y realizar mínimos ajustes de manera constante.
Las aves de mayor tamaño, como águilas o buitres, también pueden rápidamente encoger sus alas -hacia abajo y contra el cuerpo- para atravesar pequeños focos de turbulencia sin sufrir sacudones.
Eso movimientos descendentes de las alas duran apenas un tercio de segundo, pero sirven para reducir el mayor esfuerzo que la turbulencia impone sobre las alas del animal.
DesdeLaPlaza.com/BBC/AMH