Quienes pertenecemos a la generación pre-internet nos hemos tenido que plegar y adaptar a las nuevas formas de socialización que las nuevas tecnologías nos imponen. Antes, para comunicarnos a distancia escribíamos cartas y las enviábamos por el servicio postal. Antes, para estar informados debíamos leer el periódico al día siguiente o pescar los noticieros en horario estelar. Antes, para comprar algún artículo sólo podíamos hacerlo trasladándonos físicamente a alguna tienda y para pagar sólo podíamos hacerlo con dinero en efectivo o cheque. Antes, para hacer diligencias bancarias, debíamos esperar durante horas a que llamaran nuestro numerito desde una taquilla.
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La inmediatez que permite la conexión a internet cambió nuestras formas de vida, nuestras concepciones del tiempo. Antes, con apagar la televisión y la radio podíamos aislarnos del mundo. Ahora, parece imposible desconectarse de todo.
Un gran estudioso de esta transformación es Ignacio Ramonet, Director de Le Monde Diplomatique. Hace 14 años, en Caracas, durante su conferencia Los cambios en la información y la comunicación, ya nos decía:
“Una imagen, un texto y un sonido que se difunde por Internet, lo hace al planeta entero de manera instantánea, porque no hay ningún lugar del planeta que esté más alejado de una fracción de segundos de cualquier otro lugar del planeta, porque este es muy pequeñito para la velocidad de la luz.
Esto conlleva una gran transformación de todo el ambiente de la comunicación, cuya primera gran consecuencia es lo que llamamos la globalización, la cual no hubiese sido posible sin la revolución digital, pues esta ha permitido la construcción de una infraestructura de comunicación, lo que llamamos las autopistas de la comunicación, a través de la cual la comunicación inmaterial y la transmisión de datos inmateriales se hace de manera inmediata, permitiendo, por ejemplo al sector financiero adquirir esa capacidad y ese desarrollo que ha adquirido últimamente, porque las informaciones financieras circulan a la velocidad de la luz por estas infraestructuras, mientras que las producciones de la economía tradicional, como el petróleo, tiene que circular de una manera mucho más material, infinitamente más lenta”.
Además de la inmediatez, la revolución digital nos impone la sobresaturación de contenidos. De hecho, Ramonet lo predijo en el 2002:
“Estamos en un universo en el cual hay mucha más información de la que podemos consumir. El problema que tenemos hoy es su selección. Durante siglos, la mayoría de las sociedades humanas vivieron bajo sistemas autoritarios de poder, que han practicado la censura, y, por consiguiente la realidad de la información era la escasez, había muy poca información que circulaba y el control de esa circulación era lo que daba más poder al poder.
El peligro es que, quizás en este momento cuanta más información se produce menos libertad tenemos, porque la información ahora me confunde. Hay tanta información frecuentemente no verificada que ya no sé qué pensar. Nos hemos dado cuenta que el funcionamiento de la verdad de nuestras sociedades es muy relativo. Nos percatamos que la verdad es cuando todos los medios: la prensa, la radio y la televisión dicen que algo es verdad, aunque sea mentira”.
El poder de una página web, de un mensaje por redes sociales, nos abruma. Antes, informar era una tarea exclusiva de quienes tenían o trabajaban para un medio de comunicación tradicional. Hoy, debido a la revolución digital y a la democratización del acceso a la tecnología, informar es una tarea colectiva.
Al respecto, Ramonet nos lo aclara:
“El modelo de comunicación que conocimos está desapareciendo a gran velocidad ante nuestros ojos, y tenemos cada vez más dificultades para distinguir la esfera de la información de la esfera de la cultura de masas. ¿Cuáles son las características de la cultura de masas que hoy día son más adoptadas? Cierto, en cada país encontramos algún medio, ya sea en la prensa escrita, en la radio o en la televisión que no se comporta de esa manera, que mantiene digamos una deontología, una ética, pero en general, por razones sencillas, se está adoptando como objetivo principal obtener una rentabilidad real”.
Así que ante este nuevo panorama, que se va transformando ante nuestros ojos día tras día aunque no nos demos el tiempo de analizarlo en su justa dimensión, nos hacemos corresponsables del flujo informativo, de la comunicación ética, oportuna y veraz. En pocas palabras, el carácter nocivo de las olas de rumores y del efectismo de la información amarillista, ya no es culpa de los medios de comunicación solamente, todas y todos somos cómplices.
Entonces, nos toca ahora ubicarnos en nuestro papel de comunicadores y tributar a una información real, confirmada, responsable. Usar las tecnologías para construir, no para destruir.
Es necesario que debatamos al respecto y que actuemos en consecuencia.
DesdeLaPlaza.com / Gipsy Gastello – ggastello@gmail.com – @GipsyGastello