Desde la concepción del mundo, el hombre se ha caracterizado por ser una especie social ya que necesita estar constantemente en interacción con el mundo que le rodea para intercambiar información, aparte de suplir sus necesidades, necesita sentirse aceptado y poder desenvolverse ante la sociedad, por lo que la relación se establece por el contacto con otros seres humanos, sin esta dinámica continua aparece la soledad.
Pero cuando hablamos de este estado se refiere a la sensación de estrés que esta puede provocar o, incluso, problemas severos como la depresión.
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Ante semejante razonamiento muchos se preguntaran de donde surge la soledad, según investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) se determinó que la naturaleza neuronal de la soledad se debe efectivamente, a un grupo de neuronas que localizan los efectos de la soledad en nuestro cerebro.
¿Dónde se halla la soledad?
De acuerdo al estudio, la zona donde se encuentran las neuronas de la soledad es en el núcleo dorsal del rafe, una zona no muy estudiada del cerebro en comparación con otras. Los resultados arrojaron que este lugar presenta actividad cuando se aísla a un individuo.
Para demostrar la veracidad de esta afirmación los expertos utilizaron a un animal casi tan social, o aún más, que los primates: las ratas.
En el experimentos los especialistas observaron cómo esta parte del cerebro no sólo se volvía activa en soledad, sino que se volvía especialmente frenética cuando se volvía a poner a las ratas en contacto con sus compañeros.
Este comportamiento motivo a los científicos sospechar una importancia fundamental en el mecanismo, es decir; estas neuronas son fundamentales en el proceso de reencuentro social.
De manera que para comprobar tal hipótesis se trató a los roedores mediante optogenética, una técnica por la cual se puede «dormir» o activar la expresión de ciertos genes y, por tanto, la actividad de ciertas células en concreto.
Por lo que se procedió a modificar la actividad de dichas neuronas y se descubrió que, efectivamente, las ratas cuyas neuronas de la soledad habían sido alteradas no actuaban de la misma manera ni eran socialmente tan activas como el resto de sus compañeras.
Una vez terminadas las pruebas se verificó que la naturaleza neuronal de la soledad se relaciona, por primera vez, a un tejido y a unas células en concreto.
Eso no quiere decir que la soledad se pueda explicar única y exclusivamente estudiando unas cuantas neuronas, pero ayuda a explicar muchos aspectos fundamentales de su funcionamiento.
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