En 2002 dijo el lingüista británico David Crystal que “si internet es una revolución, será precisamente una revolución lingüística”. Para el venezolano Luis Barrera Linares “más allá de lo tecnológico y de lo cibernético, la emergencia de la red de redes ha implicado mucho más de lo que nos imaginamos para el comportamiento lingüístico humano”.
Internet toca todas las aristas, las curvas, los rincones y recovecos de nuestro comportamiento humano. Quienes tenemos acceso a internet somos tocados por internet. Y no hay vuelta atrás.
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Uno de los rasgos más importantes del internet es la democratización del conocimiento. Con un aparato que tiene acceso a la red de redes podemos acceder a cualquier tipo de conocimiento, teoría, opinión, noticia, información. Esa broma común que dice que todo aparece en Google, consúltale a San Google, si no aparece en Google no existe; en el fondo es una verdad perturbadora.
¿Cómo éramos antes de la existencia de Google? ¿Alguien lo recuerda?
Otro de los rasgos fundamentales del internet, tal como lo determina Barrera Linares, es la “oferta posible para la libre difusión y manipulación masiva de las ideas”. Son muchas las reflexiones de grandes teóricos sobre la crisis del periodismo ante el surgimiento del internet, justamente por este rasgo considerado por Luis Barrera Linares. Hoy, todos podemos informar, que es la columna vertebral del periodismo como profesión y oficio. Ya no es exclusivo de quienes poseen títulos de Licenciatura en Comunicación Social o en grandes plumas del periodismo que terminan siendo escuela obligatoria para las generaciones futuras. Ahora quien tenga una cuenta en una red social y acceso a internet, puede informar. Y la comunidad virtual le dará el mismo tratamiento al periodista que al informante: poseen la verdad.
De ahí que las olas de rumores sean una nueva práctica cotidiana. ¿Quién no ha pisado la concha de mango del gallinero digital?
Nadie se salva.
En su libro Habla pública, internet y otros enredos literarios, Luis Barrera Linares habla del “nacimiento de una nueva cultura lingüística que incide tanto en la lengua oral como en la escrita”. Este es un tema al que debemos prestarle particular atención, porque el surgimiento del internet nos va cambiando a ritmos vertiginosos y ni cuenta nos damos. Nuestras formas de comunicación, nuestras maneras de hablar, de pensar, de leer, nuestras maneras de escribir, nuestros intereses lectores, nuestras relaciones con los autores, los lectores, los textos, los referentes y los contextos; todo eso está siendo transformado en este preciso momento por la influencia del internet.
Llegan tan lejos estas transformaciones, de las cuales no sabemos cuáles permanecerán en el tiempo y cuáles desaparecerán en el proceso de reajuste, que hasta nuestra concepción de la realidad es otra a partir del surgimiento de la red de redes. “Internet ha llegado para borrar las fronteras entre eso que hasta ahora hemos llamado el mundo real y el mundo ficticio”, dice Barrera Linares, y eso “nos da la oportunidad de acomodar el entorno de acuerdo con nuestros deseos”.
Todas estas afirmaciones nos resultan familiares, el análisis de la influencia del internet en nuestras vidas se va convirtiendo en una práctica tan común como necesaria. Sin embargo, es obligatorio propiciar espacios que nos inviten a pensar al internet y su influencia en nuestras prácticas culturales en su justa dimensión. Concientizar el hecho de que estamos a merced de la tecnología.
De hecho, hasta nuestras nociones de lo espacial están cambiando. Así lo explica Luis Barrera Linares:
“Se están modificando vertiginosamente las nociones de espacio, espacialidad, lugares en los que se asientan las comunidades humanas. ¿Cuál es el lugar de ubicación, cuáles los límites de una comunidad virtual? El mundo cotidiano ya no se reduce a nuestro ámbito inmediato. Es mucho más amplio. Las posibilidades de comunicación entre personas que habitan en lugares físicamente lejanos son ahora inmediatas. Y si ha cambiado la potencialidad del espacio donde nos comunicamos, obviamente habrán de modificarse también las características de la comunicación humana. Es decir, el ciberespacio no es el espacio convencional porque se han roto los límites propios de la topografía física. Todos sabemos que ya es posible realizar a través de la internet una cantidad considerable de trámites administrativos, comerciales, informativos que antes requerían del desplazamiento del interesado a lugares específicos (…). Y, además, mediante la virtualidad que caracteriza a la internet, el ser humano puede crear y recrear los lugares a su antojo, o incluso destruirlos de acuerdo con sus requerimientos. Los espacios serán entonces lugares efímeros y cambiantes”.
Y todo esto nos ocurre y les ocurre mientras hacemos clic.
DesdeLaPlaza.com/ Gipsy Gastello