Una de estas tardes calurosas estaba sentada en la Plaza Bolívar. Veía pasar a la gente, a los chamitxs jugar, pensaba cómo de tantas palomas que hay y de tanto que nos vuelan por encima no ocurren varios, eh, “accidentes”. Hay gente que dice que es de buena suerte, yo más bien creo que depende del día y del humor que te agarre ese accidente es de más o menos suerte. Pero pa ti, no pa la paloma.
Se sientan dos muchachas jovencitas al lado mío. No les presto mucha atención porque estaba ocupada mirando al perro que estaba acostado, bien echadote debajo del banco, resguardándose del calor. El ahí intentando agarrar fresco y yo como una iguana en el único banco de la Plaza al que le pegaba el sol, y luego andaba quejándome de que tenía calor.
Las muchachas ya venían con su conversa, pero yo lo que escucho es un eco, un “wa wa wa wa wa” medio lejano. Veo el reloj, suspiro y me pienso “es muy temprano todavía. Pero es buena hora Metro” y en esa escucho “Imagínate. Eso es un peligro. Si la descubren la meten presa. Y ella tiene dos niños chiquitos. Ella se va y viene y se va y viene, y vende y vende y vende. Pero fino, por lo menos viaja mientras va entregando”.
Paro la oreja así como una antena. Bien metiche yo, y bien chismosa ahora que les vengo a contar a ustedes. La otra muchacha le contesta “Chama, pero por lo menos le va bien, ¿o no? Ella tiene que viajar y no ve a sus hijos pero por lo menos vende, ¿sabes? Eso sí es negocio: que te llegue la mercancía y saber que cómo no hay en los supermercados puedes venderlo al triple y la gente te lo compra”.
Estas muchachitas estaban hablando pues de una mujer que es bachaquera, y que si bien los productos los compra acá en Caracas se va a otros lugares del país y los vende. Osea, bachaqueo express. Nueva modalidad pal negocio de moda en Venezuela. Porque bueno, claro. Porecita ella que qué chimbo dejar a sus chamxs y qué peligro si la descubren y la meten presa. En ningún momento les pasa por la cabeza el peligro real de las consecuencias del bachaqueo.
Durante Semana Santa había una gente que estaba vendiendo insulina por Twitter y la estaba propagandeando como si fuera bloqueador solar “Aproveche su oportunidad en estos días de Semana Santa! Llévese su Pen SoloStar“. También está el caso de cuando la avena Avelina empezó a salir y la gente se llevaba 6, 8, y 10 paquetes de avena. O aquella vez que vi a una señora pagar doce (12) Ariel líquido del de la tapa rosada.
Yo pudiese seguir acá poniendo cada vez más ejemplos del consumo y compras bien conscientes. Conscientes porque ya no son compras nerviosas, no. Conscientes porque quienes compran saben qué hacen pero eso no lxs hace menos irresponsables. Rolo de vivxs, cuerda de lakras abusadoras que son. Malparido el que anda vendiendo insulina por Twitter. Malparido dije ya.
Si ustedes unen sus experiencias a las mías pues tendríamos una bella sistematización de los modus operandi del bachaqueo, pero eso es todo lo que tendríamos. Pura quejadera. ¿Qué hacemos entonces?
La cuestión está en cómo hemos naturalizado esta dinámica al punto que estas dos muchachitas creen que el peligro está en que esta mujer salga de su casa, viaje y que bueno, puede que la metan presa, más que no entiendan a profundidad lo que es en realidad el bachaqueo. Como cuando alguien te responde “mi mamá no está, fue a bachaquear”. Chamo, la señora no fue a bachaquear, fue pal Central a comprar el día que le toca el número. Hazme el favor, chico.
Este es un tema que ciertamente tomaría horas y horas entender y desmontar, y es por eso que aparece la contradicción de lo banal que se ha vuelto. En la comunicación normalizada mientras menos profunda es la historia más certera es porque precisamente donde no hay profundidad y hay vacío de sentido no hay deconstrucción ni desmontaje. Sí.
Es más fácil decir y escuchar “la gente no tiene de otra y la culpa es de Maduro”, lo que pega en lo emocional, que sentarse a echar patrás 2, 3, 5, 10, 20 o 30 años para entender el nivel de tramoya económica y social que es en sí el bachaqueo. Es más fácil también negar e ignorar que sí existen comunidades organizadas y familias conscientes que están poniéndole un parao de frente a esto, y que no, no hay 30 millones de venezolanxs bachaquerxs.
Entendamos por qué es coherente decir “ta barato, deme nueve. O mejor deme la caja completa si me la puedo llevar” pa acapararla en la casa o pa venderla y sacarle el cuádruple a ese beta. Entendámoslo pero no nos pongamos las paticas y los zapatos de bachaco. Veneno a’lante, camará.
DesdeLaPlaza.com/ Sahili Franco