Sobre unos labios carnosos y rojos reza: +18 ó +21. Son vallas en Chacao y Baruta que invitan a visitar dos web non sanctas–Vip Máximo y La Boca Roja– en cuya apertura se lee una advertencia taxativa: “Usted debe ser mayor de 18 años para acceder a esta página”. Lo que viene después del clic de apertura es fácil de imaginar. Una colección de señoritas tentadoras que acaba en ilimitada oferta incluyendo obviamente strippers, transexuales, lesbianas, escorts, mujeres grandes (no de edad, sino de peso, “big woman”) y demás yerbas aromáticas.
Las páginas son parecidas pero tienen diferencias. Vip Máximo fue la primera en aparecer, opera como agencia y llama talentos a las chicas objeto de su oferta sexual. Un eufemismo menos transparente que el clásico damas de compañía, que también usa. Al pie de La Boca Roja se lee, en tipografía casi imperceptible, que pertenece a “los creadores de Vip Máximo”, pero se vende como directorio. Tiene sobre su nombre el símbolo de marca registrada (R) y también posee un slogan – “El color del deseo”—que podría ser compartido, porque el rojo tentador predomina en ambas.
Se ve que los diseñadores de la firma que las produjo, World Marketing Web, son muy creativos y cuidadosos, porque no dejan cabo suelto. La mayoría de las imágenes están lejos del grotesco y muchas de las chicas son como la famosa Catira Regional: no muestran la cara. En verdad, no hace falta.
Las páginas advierten también que su fin es “única y exclusivamente publicitario”, se supone que para los talentos a capturar, a quienes tientan (“Publícate gratis”) para que se incorporen sin costo a la alegre caravana. Sin costo al menos de inscripción. De resto, los riesgos y obligaciones deben ser los de siempre en la profesión más antigua del mundo.
El precio del placer se denomina con otro eufemismo como “costo del evento” y varía en amplio rango –entre 4 mil y 60 mil bolívares y hasta más– lo que demuestra que las chicas no son tan fáciles como lo indica el lugar común. Pero sus servicios –que se ejecutan en hoteles, apartamentos y casi en cualquier sitio que el cliente elija, incluyendo oficinas– se pueden cancelar usando desde cheque o transferencia hasta cestatickets. No es broma. Incluso se vale dejar el carro en prenda (tampoco es chiste). Destacan mucho los logotipos de casi todos los bancos y las tarjetas de crédito más importantes, además de paypal. Y está a la orden Credi Sex: una tarjeta personalizada con descuentos y promociones cuyo ingenioso serial numérico figurativo, sobre fondo rojo, es un 69 repetido al infinito. Hay otra llamada Gift Card,quizá para hacerle un regalo a un amigo. O amiga. Que el rollo no es con los géneros, vaya.
Aunque parezca mentira se atienden en oferta especial cumpleaños y despedidas de solteros; y se festejan –atención empresarios, ejecutivos y gerentes— desde la “apertura de relaciones comerciales” hasta el “cierre de grandes negocios”. Debe haber, se supone, una sección especial para agricultores o dueños de supermercados, porque en ambas páginas se incita a pagar con “lechuga verde” o “lechuga europea”. En fin.
Todo detrás de unos nada inocentes, pero muy llamativos tótems (vallas de aceras, muy de moda últimamente), que pertenecen al Grupo Demar, y algunas vallas publicitarias, de la empresa Megalight. Vip Máximo y La Boca Roja no son los únicos clientes de Demar en esa área de negocios. Está también Kiss Gentlemen´s Club, un local del centro comercial Mata de Coco, que se promueve con una imagen de piernas estilizadas y –vaya coincidencia— inspiradores labios rojos. Hace un tiempo también había publicidad de un sitio nocturno similar de sugerente nombre: Trío Gentlemen´s Club.
Claro que esos sitios y aquellas prácticas siempre han existido, dirán los menos conservadores, los que bailan al compás de estos tiempos tan permisivos, tan disolutos, tan flexibles con la moral en todo aspecto. Cierto, siempre existieron. Lo que no hubo nunca fue una publicidad tan explícita y ostentosa.
Al menos en Caracas. Porque yendo lejos en tiempo y espacio, se sabe que en la antigua ciudad romana de Efeso, el burdel quedaba justo frente la biblioteca y había un túnel que comunicaba ambos santuarios. Y esculpida en piedra –suerte de pequeño tótem publicitario de la época– una leyenda advertía a las puertas de la casa de los libros: “si tienes 3 dracmas, puedes divertirte haciendo el amor. Si no los tienes, quédate a leer en la biblioteca”. La oferta, convengamos, tenía una envidiable alternativa cultural. Marcada diferencia con estos tiempos de bocas rojas.
Tomado de la revista Producto