Muy tempranito amaneció Guatire, y con él, el ánimo del pueblo en la calle. Por las principales avenidas y “caminos verdes”, los guatireños y guareneros caminaron ataviados de rojo, negro y amarillo, cargando al “Santo Portador de las Llaves del Cielo” así como los distintos elementos que desde hace siglos honran la cultura y tradición de estas poblaciones mirandinas.
Las banderas rojas y amarillas, símbolo de las divisiones de los partidos conservador y liberal en plena disputa republicana del siglo XVIII, los famosos pumpás que distinguen a los parranderos, los trajes bicolores de los niños y los hombres vestidos de mujer en referencia al esposo de la esclava María Ignacia, caminaron al son de la letra de la popular Parranda por las calles que daban a la Iglesia Santa Cruz de Pacairigua.
Una vez concentrados en la plaza y con un sol incesante que no se ocultó en ningún momento, los Parranderos, Tucusitos, María Ignacia y Capataces entonaron los versos de la letra popular “Buenas días, doy señores, buenas días, vengo a dar, la Parranda de San Pedro, que les vengo aquí a cantar”.
El eco se escuchó fuera de la Plaza 24 de julio y sus alrededores, ¡La fiesta había comenzado! El suelo empezó a crujir porque luego de cada verso se escuchaba el sonido desenfrenado de las cocuizas (alpargatas típicas) y con ellas el corazón de los pobladores, orgullosos de su Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, inscrito en el 2013 ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés).
A las 10 en punto sonaron las campanas y los Parranderos entraron a la misa. Repleto estaba el templo y no menos lo estaba la plaza. Sentada en uno de sus extremos estaba Nazarith Ramírez, con su cara llena de betún y representando a una de las esclavas de la época en la cual se centra la parranda. Sus ojos brillaban de alegría y comentó que desde pequeñita es parte de esta devoción por el santo.
“Me visto desde muy niña para la Parranda de San Pedro, mi mamá es una de las fundadoras y estoy muy orgullosa porque esto forma parte de nuestra cultura desde hace muchos años atrás. Nosotros las esclavas acompañamos en la obra y explicamos de por qué María Ignacia es un hombre vestido de mujer”, explicó con su traje colorido.
Y es que muy cerca de ella caminaban estos hombres de largas clinejas y trajes vistosos que representan a los esposos de la negra María. Ella, negra esclava de una población de Guatire durante la época colonial pidió a San Pedro la sanación de su hija Rosa Ignacia. La niña se curó y ella como parte de la promesa bailó hasta que enfermó y murió. Su esposo, ahora vestido de cómo la esclava, continuó la tradición bailando cada año.
Con el leve sondeo de la falda iban los niños con trajes de arlequín que representan los otros hijos de María Ignacia. Con el verso consonante van casi cerca de los Parranderos quienes con el pumpá, el traje levita y la cara pintada de betún como esclavos también, cantan el contagioso “Lala Lara larala Lailai larai larai Lara Lara lalala lalara lalara lalara Lara rarala Lalala lalara lalara Lara rarala Gue”.
“Papelón con limón, dulce e coco, majarete” se escuchaba de fondo entre los vendedores locales, mientras la celebración eucarística comenzaba. Los más sedientos iban en busca de la sombra mientras que otros, a pesar de la compañía perenne de “El catire” (El sol), permanecían fieles en la plaza como lo han hecho desde hace más de 50 años. Luis Marcano, guarenero de nacimiento pero adoptado por Guatire fue uno de ellos.
“Estoy ganado para esta idea porque yo soy guatireño-guarenero. Se habla de milagros de esta tradición que dejó de ser de Guarenas y Guatire y ahora es Patrimonio de la Humanidad. Ahora pertenecemos al mundo entero, no te digo sentirnos satisfechos sino entusiasmados cada vez que venimos a esta gran manifestación”, expresó emocionado.
Pasados unos minutos el silencio se apoderó del lugar y con una explosión de papelillos rojos y amarillos finalizó la Santa Misa. El sacerdote, portando también un distinguido pumpá, dio la bendición y las cinco parrandas que integran las distintas cofradías de Guatire salieron con el Santo en manos a recorrer las calles nuevamente.
Brillaron los ojos de los niños y los jóvenes, brillaron los ojos de los ancianos, los hombres y mujeres quienes vieron una vez más su patrimonio caminar por las calles. El suelo sonó con más fuerza en los municipios Zamora y Plaza y la gente ya sabía que la parranda estaba en la calle. Se acercaba la hora del mediodía y el sol no cedió terreno, todo lo contrario brilló más, quizás como señal divina de que San Pedro estaba entre los presentes que no dejaban de gritar: “Dos cosas tiene Guatire, que no las tiene otro pueblo, dos cosas tiene Guatire, que no las tiene otro pueblo. La rica conserva e`cidra y la parranda de San Pedro, la rica conserva e`cidra, y la parranda de San Pedro”.
DesdeLaPlaza.com/Jesús Villamizar