Ciencia, tecnología e innovación -palabras más o palabras menos- tienen los ingredientes para ser una frase viral. Agregar innovación es redundar. El paradigma científico “Todo cambia, todo fluye” o “Verdad hoy, mentira mañana” son suficientes para afirmar que la ciencia y la tecnología, ambas en sí, son innovadoras porque dependen del potencial creativo, de anteponer la duda sobre la afirmación.
La incertidumbre se genera mediante la observación y fuerza el análisis de la situación, ahí reside la innovación científica y tecnológica.
Con el transcurrir del tiempo, el desarrollo científico y tecnológico se ha convertido en un indicador fundamental en el progreso de un país, para generar soberanía tecnológica, apalancar el aparato productivo e incluso para generar y aumentar el parque industrial de la nación. Los beneficios son alentadores, pero desarrollar la ciencia y tecnología va más allá de realizar un convenio o alianza entre las partes involucradas. Recordar que detrás de ambas se encuentran rostros, personas, hombres y mujeres que realizan el trabajo innovador y creativo que harán posible la transformación científica y tecnológica del país.
Si el motor generador de la ciencia y tecnología es humano, ¿Hasta que punto los ambientes laborales incentivan la innovación y la creatividad en cada uno de sus trabajadores? El perfil creador e innovador es posible en cualquier persona, pero las condiciones de vida suelen variar bastante entre cada uno de ellos. El más común: la distancia entre su espacio personal y su cubículo de acción. Una variable contundente en el día a día donde hombres y mujeres pierden entre 2 a 3 horas diarias en el recorrido hogar/trabajo y viceversa. 1 hora por cada comida, 1 hora en higiene personal, 8 horas de trabajo y al menos, 7 horas de sueño. Al sumar, el tiempo que consume son 22 horas y 2 horas libres para compartir con su familia, pareja, hobbies, estudios, etc. Parece un chiste, pero son 120 minutos.
Entonces, deberá disminuir el tiempo que le dedica a sus actividades diarias. Dormirá una hora menos, comerá en alguna cadena de comida preprocesada, pasará menos tiempo con su familia en los días laborales y se los retornará durante el fin de semana. Pero, ¿Cómo puede lograrlo, si el fin de semana debe reponer la cantidad de horas de sueños perdidas? Y así pasan sus días. Su cubículo se convierte en una prisión, su silla en una cruz y su labor, en un tránsito sin destino.
Un tránsito, que se va congestionando cada vez más en un mundo mundano y pecador abarrotado de teléfonos “inteligentes”, de videoconferencias, de comunicaciones y conexiones remotas.
¿Por qué no utilizar toda esta tecnología subestimada para mejorar la calidad de vida de las personas, mejorar la calidad de vida de los trabajadores y empezar a estudiar la realidad que sufren las grandes ciudades y su impacto sobre quienes se mueven a través de ella como hormiguitas buscando su cubículo de crucifixión?
La innovación en las relaciones laborales es una necesidad. No se puede exigir “Innovación y Creatividad” en las instituciones -sean privadas o públicas- si no se reconocen las variables que las impulsan. No se puede seguir manteniendo el mito que éstas solamente ocurren en aquellos que la sociedad ha llamado “Genios o Talentosos”.
La creatividad es un proceso que todo ser humano posee. Hay que dedicar más tiempo a innovar en las relaciones laborales para que los procesos sean efectivos a corto plazo apalancando el crecimiento del talento nacional y así, de alguna manera, impedir que la fuga de talentos sea un asunto personal y no una decisión de aquel que soñó con cambiar el mundo y vio como la corporación acabo con sus sueños.
DesdeLaPlaza.com/Jose M. España F.