Cristina Saralegui se confiesa: Me comí el mundo y engordé

¿Quién no se acuerda del Show de Cristina? Sí, Cristina Saralegui, la señora que todas las tardes se paraba frente a 100 millones de televidentes en 40 países a tratar de solucionar problemas de miles de familias en su programa.

Solía hablar sobre matrimonios homosexuales, abortos, suicidios, enfermedades mentales y adicciones, temas que a finales de los 90 eran intocables.

Siempre tuvo una imagen de mujer perfecta, fuerte, exitosa, controladora, poderosa. Sin embargo, detrás de los escenarios, era otra.

Peleó durante diez años contra la enfermedad de su hijo, quien padece de trastorno de bipolaridad. Abonado a esto, la despidieron del show quedando desbastada y encontrando “una salida” en el alcohol.

Durante una entrevista con “Los Informantes” se pudo conocer la vida de Cristina lejos de las cámaras, quien confesó que se sintió frustrada cuando la despidieron de Univisión porque “querían modernizar la cadena y consideraban que yo estaba muy mayor. No sólo yo, también decían que el show era muy viejo. Querían cosas nuevas”.

Tomé whisky hasta que acabé con el whisky del mundo. Me deprimí y me engordé casi 40 libras. Me sentaba en la cocina a pensar, escribir y tomar whisky. Hasta que un día mi esposo me dijo: “¿Tú quieres que la gente se acuerde de ti como una vieja borracha o como una periodista berrinchuda?”. Me pasé un año y medio sin tomar nada. Al mismo tiempo descubrieron que mi hijo, el bebé de la casa, era bipolar”, dijo la animadora.

Señaló que su hijo esta “Mucho mejor, pero, por ejemplo, él no puede ir a la universidad porque no puede conducir, toma muchos medicamentos. John Marcos era matemático y físico, se leía libros que no tenían palabras, nada más que ecuaciones. No sabe el día en que se va a despertar mal porque es maníaco depresivo. Está en Miami y es atendido por dos psiquiatras, uno para los medicamentos y un coach de vida que conversa con él”.

Cuando le preguntaron ¿en qué cambió la Cristina que se comía el mundo? Respondió: Me lo comí y engordé. Ahora aprendí que hay que estar a dieta, comérselo poquito a poco.

Hoy tiene 67 años y no le teme a la vejez. Sigue siendo vanidosa, más allá del artritis y los limitantes físicos.

DesdeLaPlaza.com/ ElEspectador/SEB