Esta película dirigida por el realizador chino Wong Kar-wai constituye una obra cinematográfica de gran aliento poético, dotada de una belleza que pocas veces despunta en la pantalla grande y que está constituida tanto por la riqueza del lenguaje audiovisual, como por su excelente dirección de arte, una música hipnó- tica, actuaciones de una gran profundidad compositiva y, sobre todo, por su espectacular riqueza narrativa.
Aunque fue estrenada en nuestra parte del mundo con el nombre con el que abro este espacio, la traducción literal de su título es: «La magnificencia de los años pasa como las flores».
Narra la historia de un hombre y una mujer que viven en una residencia con sus respectivas parejas, después de descubrir que sus seres queridos le son infieles el uno con el otro, surge entre ellos una complicidad que les empuja a compartir su tiempo juntos, sin jamás caer en los actos condenables que han emprendido sus cónyuges.
Se trata de una de las relaciones más conmovedoras que jamás haya visto entre dos personajes en el cine. Con el tiempo, se verán obligados a lidiar con el afecto que nace entre ambos, y con las imposibilidades de consumarlo. No se trata de una película para un espectador distraído, el propio Won Kar-Wai en boca de uno de sus personajes nos advierte que: “prestando atención, se notan las cosas”.
Es un filme lleno de magistrales elipsis logradas fundamentalmente a través del vestuario, hay que estar atento, aunque la progresión dramática admite distraccciones, puesto que la historia discurre igualmente fluida aunque nos despistemos en alguno que otro detalle.
El realizador chino hace gala de aquel principio que Hemingway llamaba “la punta del iceberg”, de la habilidad de contar el todo a través de una de sus partes, se trata de una película sugerente como pocas, no está todo predigerido para un espectador hipotéticamente superficial y poco inteligente, como la mayoría del cine que atesta nuestras pantallas. Wong Kar-wai cuenta con nosotros, con sus espectadores, cuenta con que podamos discernir el subtexto, con que podamos percibir aquello que subyace, con que miremos más allá de lo evidente.
Por último, vale la pena decir que se trata de una película con uno de los finales más hermosos que haya visto quien les escribe, pocas veces se puede cerrar una obra cinematográfica tan buena haciéndole honor a la riqueza que precede al final. Es una de esas películas cuyo valor se nos hace más patente cada vez que la vemos. No se la pueden perder.
DesdeLaPlaza.com / José Manuel Casado / VEA / JT