Agachadito
Los chinos tienen la más alta tecnología en construcciones, artefactos electrónicos y demás señalizaciones, pero nada pudo superar las necesidades más básicas del ser humano.
El trauma lo viví, con toda la crudeza del caso, cuando me dieron ganas de hacer pipí en el aeropuerto de Xian (menos mal que sólo fue pipí). Resulta que vaya usted a saber por qué razón, ellos no usan pocetas. No. No usan pocetas. Usan una especie de bidé al ras del piso y se supone que uno debe adoptar la posición más incómoda de la vida para hacer del 1 o del 2, así agachadito, como si quisieras pegar las nalgas de tus batatas pero sin despegar la planta ni los talones del piso. Para los inexpertos les ubican una especie de asa o agarradero para que no se caigan, literalmente de culo. Cabe destacar que esta extraña posición la asumen para cualquier cosa, para comer, jugar cartas con los panitas en una esquina, para esperar el bus o simplemente para pasar el rato. Si, como en cuclillas.
Yo, que de vaina me puedo agachar pa’ amarrarme las trenzas de los zapatos por la inmensidad de mi preciosa humanidad, se podrán imaginar mi cara cuando abrí la puerta del cubículo y me encontré con el hoyo de Alicia. Por un momento pensé que saldría alguien diciéndome: ¡ajá! ¿te lo creíste? o ¡estás en cámara indiscreta! Pero no. Esa era mi realidad. Lo usé una sola vez: me mojé los pies, tobillos con todo y medias chorreadas. Creo que las pocas veces que me ha tocado hacer pipí “a gachas” fue en mis años mozos de bebedora en La Parroquia de la UCV. El arte milenario de orinar (y cagar) agachado señores. Luego me dieron el dato que los extranjeros, debemos ubicar siempre los cubículos para personas con discapacidad, porque ahí si hay inodoro normalito, lo cierto es que comprobé definitivamente que tengo la discapacidad occidental de agacharme para mear.
Rojo y dorado
Hay gente supersticiosa y los chinos. El día antes de regresar a casa, me dio por pasear en el Parque Ritán que quedaba frente al hotel y me encontré con un escenario un poco dendrofílico, había algunas personas que estaban hablando con los árboles (sí, hablando) y no es una simple conversación, sino como una especie de sesión terapéutica ecológica, se cree que así se conectan con el universo y pueden pasar varios minutos en una interacción con los troncos y ramas.
En las mañanas puedes avistar desde la ventana, a una persona caminando de espaldas toda una cuadra con la única misión de atraer las buenas energías y dejar el pasado atrás. Me imagino el cogeculo en cualquier calle de Caracas con ese poco de gente caminando pa’atrás.
El rojo y el dorado lo usan para la buena fortuna, éxito y salud, en las bodas se pueden ver todo adornado en estas tonalidades, de hecho hay carros especiales para los matrimonios que están pintados con estos colores por dentro y por fuera. Si el marco de las puertas de los negocios o las marquesinas están pintadas así, aseguran platica.
La meditación y el tai chi pudieran considerarse fácilmente como deporte nacional ya que en cualquier parque pueden encontrarse a grandes grupos practicando esta disciplina, así como algunos haciendo bailoterapia sin restricción de edad, como ese par de niñas de 4 años que vi haciendo poses y movimientos con toda la elasticidad que ni en mis años mozos de gimnasta soñé tener.
Regateo sin fronteras
El famoso Mercado de la Seda de Beijing (el cual yo esperaba que fuese a cielo abierto y como con tarantines de tela así todo pintoresco), resultó ser un rolitranco de centro comercial de varios pisos con escaleras mecánicas y luz blanca cegadora y doscientas chinas hablando en 20 idiomas distintos para atraer la atención de los turistas.
Nada tiene precio marcado, todo lo regatean y cuando tú crees que le estas ganando a la china desgraciada que te ve con cara de “te voy a quitar todos los yuanes que cargas” y que también te tiene mareada diciéndote cada 3 segundos » amiguita balato balato pala ti amiguita» y algo que costaba 300¥ lo lograste bajar a 120¥ en realidad a ella le costó 4¥. Ni se les ocurra pedir más rebaja de las que ella está dispuesta a hacer, porque ¡la pinga! Si te dejan de sonreír y de decirte «amiguita» ¡huye! Corre por tu vida o te gritarán como me pasó a mí al negarme a gastar en una de las tiendas a todo gañote: «¡TACAÑA LOCA, TACAÑA!» mientras me alejaba de su local, no me imaginé que en ese cuerpecito tan diminuto lograra proyectar la voz de tal forma. Tienen una facilidad para realizar copias casi imperceptibles, de tal forma que jamás te enterarías en mil años que no era un Samsung S9 o el iPhone 12 original.
Encontré y compré cuanto periquito con ojos rasgados había, imanes de nevera, abanicos, figuritas de “Los 8 inmortales” (dioses chinos) en cualquiera de sus posiciones y colores, bolsitos con la cara de Mao, boinas con la estrella roja, perros dragones que protegen hogar/trabajo, lámparas decorativas y hasta (coleado) el muy famoso gatico japonés de la suerte, que me decía adiós con su patita.