El 9 de marzo de 1959, Mattel presentó al mundo un juguete controversial y sin precedentes, que revolucionaría para siempre la industria: Barbie. Desde su lanzamiento, esta particular y esbelta rubia de alta sociedad y amante de la moda, causó numerosas polémicas y ha sido casi infinitamente acusada de influir negativamente en las niñas, sobre todo en lo referente en la percepción física de sí mismas.
La principal crítica de esta muñeca siempre ha sido su cuerpo. De ser una mujer real, sus mediadas serían las 91-46-84, lo que se traduce en extrema delgadez. De ahí, el temor de generar ansiedad en las niñas que vean a la figura como un ideal de belleza.
Sin embargo, a sus 56 años, la por siempre joven Barbie ha sido el motivo de entretenimiento de millones de pequeñas alrededor del mundo en diferentes generaciones. Quién fue alguna vez una niña que jugaba con la pequeña chica de plástico, hoy posiblemente le obsequie los modelos modernos a sus hijas, por lo que surge el cuestionamiento ¿Barbie es realmente una mala influencia para sus propietarias?
El psicólogo del Instituto Venezolano para el Desarrollo Integral del Niño (Invedin), Heison Moreno, asegura que –en efecto- la muñeca se ha convertido en un referente de belleza e incluso en un peligroso ideal de salud, por lo que recomienda que es necesario, que con la guía de sus padres, la infante identifique al juguete como una fantasía y no como un prospecto de futuro.
Asimismo hace hincapié en la transculturización. “Tiene un color de piel, de ojos, rasgos y medidas que distan mucho de la mujer latina, por lo que es un modelo de feminidad importado, en resumen, imposible de seguir”, sostiene.
Reivindicada
Por su parte, la psicóloga María Luisa Martínez Tosta, indica que la influencia de la muñeca podría verse desde una perspectiva positiva, siempre y cuando se resalten, desde los esfuerzos de Mattel, en reivindicar su imagen, promocionando modelos profesionales e independientes, que no se someta a la rigurosa figura matriarcal impuesta en muchas sociedades.
“Barbie ha sido fabricada con temática de numerosas profesiones. Incluso, Mattel produjo la “Barbie astronauta” (1965) cuando para los estatutos sociales del momento, aún continuaba siendo impensable que una mujer lograra ser un cargo de ese tipo. Años después produjeron la línea I can be (yo puedo ser) promoviendo el poder de las féminas a alcanzar sus metas, por lo que hablar de una influencia ‘negativa’ siempre será discutible”, precisa.
La educación viene del hogar
Los especialistas concuerdan en que, más allá del conflicto de la muñeca, la educación y los valores deben ser impartidos en el hogar, pues Barbie llega a las manos de una niña a través de un adulto, el cual tiene la responsabilidad de asegurarse que el juguete esté siendo percibido como tal.
“El tema no es Barbie ¿Qué hacen los adultos que se las llevan a las niñas? La idea no es satanizar al objeto, sino darle el valor adecuado. La educación es el tema principal, los representantes deben explicar y promover valores, para así impedir que sea la muñeca su único modelo de referencia de la niña”, destaca Moreno.
En este sentido, enfatizan que también se debe estar atento a los numerosos estereotipos de belleza distorsionados que hallamos en el día a día: el concurso, el cine, la publicidad, la industria musical, entre otros.
“No todo debe atribuírselo a un juguete. Para que una niña adopte patrones alimenticios o conductuales bajo la visión de una imagen ‘perfecta’ debe estar predispuesta a hacerlo y el mayor grado de esta conducta proviene de su entorno y no únicamente del objeto en sí”, responde Martínez.
No obstante, con más de medio siglo en el mercado, Barbie con su constante evolución y adaptación a los tiempos modernos, es un juguete que llegó para quedarse, por lo que seguramente aún habrá mucha más tela que cortar.
DesdeLaPlaza.com /ABD