El multimillonario Elon Musk está empeñado en lograr que el dinero deje de ser un obstáculo para emprender ambiciosas misiones espaciales. Sin embargo, aún tendrá que esperar para hacer realidad su objetivo de abaratar los lanzamientos tras el fracaso parcial, ayer, de la primera prueba para recuperar parte de un cohete en tierra y volver a usarlo.
Su empresa, SpaceX, la llevó a cabo aprovechando el lanzamiento del carguero no tripulado Dragon a la Estación Espacial Internacional (ISS), adonde llegará el lunes con dos toneladas de suministros para los astronautas. La NASA, que ha subcontratado a SpaceX para abastecer a la ISS, confirmó que el lanzamiento de la Dragon fue un éxito.
El objetivo del test era que, tras la puesta en órbita de la nave, la primera fase del cohete Falcon 9, diseñado específicamente para realizar un aterrizaje controlado, regresara y se posara sobre una plataforma marina situada en el Atlántico, a unos 300 kilómetros de Cabo Cañaveral (Florida), la base de EEUU desde la que había despegado.
La plataforma flotante (‘drone‘) que funciona como puerto espacial para el aterrizaje del cohete, con unas medidas de 90×50 metros. SPACEX
Para lograrlo han incorporado a esta parte del cohete un sistema de aletas que le ayuda a reducir la velocidad (viaja a más de 4.500 km/hora) y unas patas que se despliegan poco antes de tocar suelo. Según informó Elon Musk en su cuenta de Twitter, aunque el cohete llegó a alcanzar la plataforma, que tiene unas medidas de unos 90 por 50 metros, «aterrizó bruscamente».
El comunicado de la empresa no ofreció muchos más detalles. Repitió las palabras del jefe y explicó que la separación de la primera etapa se produjo tres minutos después del despegue. Los escuetos datos ofrecidos por la compañía, que no facilitó imágenes nítidas del aterrizaje, no aclararon si, tras alcanzar el barco, cayó al agua, como se rumoreó en las redes sociales.
Desde la Plaza/El Mundo/AMH