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Adiós a las ondas del primer instante del universo, de momento

Menos de un año han tardado los científicos en aceptar un jarro de agua helada sobre unos resultados sobre el principio del universo que, de ser ciertos, habrían supuesto un descubrimiento de los realmente grandes: la firma de ondas gravitacionales, vibraciones del espacio-tiempo correspondientes al universo cuanto tenía apenas una fracción de segundo y sufría un crecimiento descomunal y casi instantáneo.

Aquella firma fue anunciada por los científicos del telescopio Bicep-2, situado en el mismísimo Polo Sur, en marzo pasado, pero pocas semanas después suscitó sospechas por parte de investigadores que escudriñaron los datos, encontraron pistas poco convincentes y sugirieron que en realidad esas preciosas señales podrían corresponder a algo mucho más normal y cercano: la radiación emitida por el polvo de la Vía Láctea, nuestra galaxia.

Los científicos, para solventar la cuestión que tenía en vilo a muchos en todo el mundo, recurrieron al análisis minucioso de la combinación de datos del Bicep-2 con los obtenidos por el telescopio espacial europeo Planck. La respuesta acaba de ser adelantada por la Agencia Europea del Espacio (ESA) y la revista Nature ya se ha hecho eco de ella: “El descubrimiento de las ondas gravitacionales está ya oficialmente muerto”. Eso sí, puntualizan los expertos, la búsqueda de esas ondas gravitacionales no es imposible con las observaciones como las de Bicep-2, solo que esta vez no ha lugar el «eureka».

Un instante después del inicio del universo, hace unos 13.800 millones de años, se produjo, según una teoría no confirmada aún pero defendida por la gran mayoría de los cosmólogos, un crecimiento exponencial y rapidísimo del espacio-tiempo apenas nacido.

Ese proceso, denominado inflación cósmica, generaría unas leves oscilaciones intrínsecas en ese espacio tiempo que se habrían propagado a medida que el universo crecía y que podrían haber quedado como una firma específica en el universo que ahora se observa. Y la detección de esa firma es lo que John Kovac (Centro Harvard Smithsonian de Astrofísica, en EE UU), en nombre del equipo de Bicep-2, anunció en marzo del año pasado levantando un enorme interés, entusiasmo e incluso rumores de premio Nobel incuestionable si se confirmaba.

Desde la Plaza/El País/AMH

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