Saqueos: sicología de una masa enardecida

En las redes sociales está empezando a rodar el término «El Cumanazo», con el cual definen la jornada de saqueos a varios locales comerciales que vivió la capital sucrense este 14 de junio.

Cerca de 20 establecimientos comerciales fueron robados por la masa enardecida y también algunos camiones de alimentos. Como resultado de este día, fueron detenidas 427 personas y 3 fallecieron.

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Venezuela no es el único país donde ocurren este tipo de hechos, pero en nuestro caso tenemos algunos referentes históricos que nos permiten saber las heridas sociales que quedan de este tipo de sucesos. Las razones políticas sobran sobre el tapete: la oposición culpa al gobierno de que el pueblo esté «pasado hambre» y, por otro lado, el gobierno señala que ciertos factores de la oposición buscan crear desestabilización, promueven este tipo de hechos y luego se montan en la ola de la denuncia. Más allá de eso, ¿qué es lo que ocurre cuando hay un saqueo?, ¿por qué la gente (de cualquier perfil) pierde el control y se suma a la locura colectiva?

Saqueos: Alma colectiva vs. individualidad

Hay tres elementos fundamentales de los que nos habla la teoría psicológica sobre los saqueos y que debemos tener en cuenta: la transformación del individuo, el contagio mental y la sugestibilidad.

En el momento que se desata el saqueo y la persona se suma a la masa, las barreras morales y éticas se borran. El individuo se transforma y se suma al «alma colectiva». Como plantea el sicólogo inglés Lance Workman, «ver a la gente salirse con la suya también puede servir como una motivación para que otros comiencen a saquear».

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Para el sociólogo Paúl Córdoba, el saqueo «es un comportamiento integrado, entre otras, por varias conductas: agresión, violencia, déficit en la autonomía personal e incapacidad para la autocrítica. Esto es así porque ocurre en un contexto de masas, es decir, ocurre en un contexto en el que participa un número significativo de personas, lo cual permite que se diluya la responsabilidad e identidad personales y se fusionen en un ‘nosotros colectivo’ que conlleva la ejecución de las conductas».

La transformación del individuo lleva al contagio mental. Puede haber factores objetivos en el contexto previo a un saqueo (crisis económica, falta de acceso a los alimentos, protesta política), pero esas causas se diluyen cuando la adrenalina se apodera de la masa y la lleva a actuar, porque el centro de la masa es actuar en vez de razonar.

James Thompson, profesor honorario de psicología en la University College de Londres, afirma que «la moralidad es inversamente proporcional al número de observadores. Cuando estás acompañado de un gran grupo relativamente anónimo, es posible hacer lo que quieras». a lo que agrega que:

«Los seres humanos son los mejores imitadores del planeta. Tendemos a imitar todo aquello que tiene éxito. Si ves que la gente está saliendo de una tienda con un televisor de alta definición y zapatos deportivos, piensas ¿por qué no hacerlo?».

Y finalmente, luego del contagio mental, se apodera del momento la sugestibilidad. Se trata básicamente del crecimiento exponencial de la capacidad de estimular al resto de los individuos para sumarse a los saqueos. Es por ello que lo que puede empezar como una respuesta a las carencias (robar alimentos o ropa) termina por llevar al robo indiscriminado de cualquier bien que no cubre necesidades básicas.

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Estas aristas se pueden observar en lo ocurrido en Cumaná. Desde la molestia a la hora de hacer colas para adquirir alimentos hasta llegar a la pérdida total del raciocinio para saquear ópticas o algunas botellitas de alcohol. Son repudiables los actos vandálicos y de violencia que conforman los saqueos. En este tipo de situaciones no existe control alguno y, como ya vimos, que hayan heridos o fallecidos puede ocurrir. Pero también es cierto que el desespero de la gente se multiplica semana a semana al ver que los comerciantes suben sus precios sin tener, aparentemente, un contexto objetivo que lo justifique.

DesdeLaPlaza.com/Simón Herrera