Si te consiguieras una lámpara mágica al estilo de la película animada «Aladdin», ¿Qué deseo pedirías? probablemente muchos solicitarían al genio regresar a su infancia para revivir los momentos más divertidos de sus vidas.
Regresar a la niñez implicaría volver a toparse con una serie de juegos y juguetes arraigados a nuestras tradiciones y costumbres que, con la llegada de esta nueva era tecnológica, han sido remplazados por consolas de Nintendo, computadoras, celulares, entre otros aparatos electrónicos.
Por más que pase el tiempo, jugar metras, trompo, «el escondite» y «la ere» son juegos que para nosotros «los viejos» no se desprenderán de nuestras memorias ¡hasta que la muerte los separe!
Tu infancia no tuvo sentido si no jugaste metra
Jugar con estas pequeñas esferas era un estilo de vida. Cuando llegaba la temporada de metras en el barrio, pasar un día sin jugar «uñita y volao», «pepaso» «rayo», «hoyito», «pepipalmo o pepicuarta» era un día perdido.
¿Cómo olvidar esa experiencia? si era entregar los nudillos al suelo hasta que salieran callos, acostarse en el piso si era preciso para efectuar el mejor «volao», darlo todo por el todo para «ruchar» a nuestros contrincantes, incluso también era motivo de molestia, pero con nuestros padres porque nos llamaban para bañarnos o hacer las tareas en el momento justo que teníamos el juego ganado.
Definitivamente, jugar metra era como tener al mundo entre nuestros dedos índices y pulgares.
¡César Augusto y dónde están los trompos!… Papá ¿será que se extinguieron?
«¡Papá papá dame dinero para comprar un trompo!», estas palabras las utilizamos muchos durante nuestra infancia, cuando divertirnos con este juguete se convertía en una fiebre incurable.
Nada más emocionante que enrollar un guaral o un cordón alrededor de este objeto y arrojarlo al suelo, para luego verlo efectuar un espectacular baile, cuya danza sólo consistía en girar sobre su base puntiaguda, pero, recogerlo usando los entre-dedos mientras giraba y ver como daba vueltas sobre la palma de nuestras manos ¡era aún más apasionante!.
Hacer la «Amapola» y «Santa María» era arriesgar la vida y el estado físico de nuestros trompos, pues este juguete se convertía en nuestro más preciado objeto de valor, y si por desgracia perdías, tenías la desdicha de observar como «tus amigos» linchaban y malograban la integridad de tu pobre trompo, incluso podrías llegar a ver como una enorme piedra acababa con él.
Por esta razón, más de una vez acudimos a nuestros padres para decirle: «Papá pápa dame real para comprar un trompo».
El turno de las perinolas
Cuando en los alrededores de nuestros hogares se comenzaba a escuchar a toda hora un «taki, taki, taki», esto indicaba que el turno de las perinolas había llegado y, obviamente no tardabas en dirigirte a la bodega más cercana para obtener este tradicional juguete.
Encajar «la cabeza» (parte superior) en «el palito» (base o parte inferior) la mayor cantidad veces, fue una de las actividades más placenteras y satisfactorias en nuestra niñez, y aún más si ganabas cuando competías contra tus amiguitos, que entre ellos nunca faltó uno que era un fenómeno, debido a que tenía la habilidad de jugar con las dos manos y de manera simultanea.
Allí fue donde por primera vez en tu vida dijiste «WTF».
«¡Eres tú. No, eres tú!»
Que alguien diga si actualmente ha visto a un niño, persiguiendo a otro para tocarlo porque están jugando «La Ere», como diría mi abuela: ¡pues no mijo!. Y es que ahora ellos prefieren estar sentados con su DS, Play Station, XBOX o permanecer en la computadora, porque quieren evitar la fatiga.
Este era un juego con el que se podía divertir a diario, donde saltábamos, corríamos incluso nos caíamos, y es que gracias a este juego, la mayoría de las personas de mi generación hoy en día tenemos las rodillas y las piernas más rayadas que un pichón de tigre ligado con una cebra.
Habían diversas formas de jugarlo, bien sea «La Ere paralizada”, en el cual se tocaba a alguien e instantáneamente se quedaba inmóvil hasta que algún compañero no inmóvil lo toque, y, «La Ere empelotada», donde «el que era» tenía que pagarle la pelota a «los que no eran», si ya estás viejo seguramente sabes de lo que hablo.
Yo hablo claro sino me entienden… Bueno.
¿Quién no contó hasta 100 con los ojos cerrados?
Buscar un escondite mientras un amiguito contaba del uno al cien, es una experiencia imposible de borrar de nuestras memorias, pues luego de que el compañero terminaba de contar, tenía la la divertida tarea de buscar a los compañeros.
Aunque a los niños de esta época cibernética, este juego les parezca aburrido, para nosotros jugar «el escondite» era como ocultarse en el país de las maravillas que en su momento visitó Alicia.
Ahora bien, el que nunca jugó el escondite que lance la primera cédula, o mejor dicho recojanla porque desde hace rato que se nos cayó.
¿Es un pájaro? ¿es un avión? No hijo, es un papagayo
Este tradicional juguete que podemos hacer volar, es un clásico en Venezuela, actualmente se siguen apreciando en los cielos que circundan algunos suburbios, pero poco.
Quizá los niños de ahora son muy sensibles al sol o vieron una campaña en Internet que dice que exponer la piel a los rayos ultra violetas puede generar cáncer, que no les atrae elevar papagayo.
Antes elevar pagagayo era sentir que tocabas el cielo desde el techo de tu casa, y enredar nuestros cometas con los de otros sujetos, para obtener otro de estos juguetes era un gran desafío que nos motivaba y nos ponía «negritos» de tanto exponernos al sol durante todo el día.
Ahora me pregunto, ¿Dónde están esos jóvenes que se broncean volando papagayo? Allí es donde el Grillo responde: Ru ru ru..
Yo-yo: Q.E.P.D
Recuerdas cuándo los profesores nos decomisaban los juguetes que nos llevábamos a la escuela, pues el Yo-yo era uno de estos. ¿Sabes cuál es? no te hagas el «desmayado» que yo se que lo conoces «viejito».
Con este objeto nos entreteníamos moviéndolo hacia arriba y hacía abajo. En la actualidad, los Yo-yos no se observan por ningún lado a causa de un feroz depredador llamado «tecnología».
Por esto, hoy oramos y le pedimos a Dios que ilumine con su luz divina al Yo-yo, quien nos trajo mucha alegría y diversión durante nuestra infancia, así que repite conmigo: «Dale señor el descanso eterno».
«Uno la edad de Bruno»
Pregúntale a un infante si ha jugado «Cero contra por cero», los más seguro es que no sepa y, lo vincule con una de esas fastidiosas ecuaciones matemáticas (0 contra X 0).
Los que llegamos a entretenernos con este juego sabemos que es muy divertido, obviamente, para los que tenían grandes capacidades de salto, debido a que brincar por encima de una persona que estaba inclinada era la peculiaridad principal de este juego.
Lo más emocionante es que constaba de 20 etapas que se enumeraban, y en cada una, teníamos que saltar por encima de un compañero diciendo frases distintas que rimaban de acuerdo al número por el que se iba. Por Ejemplo:
1. La edad de Bruno
2. Un Pataclós (se daba una pequeña patada al trasero
3. Al revés (se invertía la posición de las manos para crear dificultad)
4. Te salto de un salto (se saltaba sin tocar al agachado)
5. De ti me afinco (aquí se dejaba caer con mayor peso sobre este)
6. Corona del Rey (se golpeaban el lomo con amabas manos simulando la forma de una corona)
7. Con todo y machete (se golpeaba la espalda con el filo de la mano como el golpe de karate)
8. El Cu…. te lo remocho (se daba una nalgada)
Y así sucesivamente hasta llegar al veinte. Cabe agregar, que para algunos, estos fueron los primeros cantos que nos aprendimos cuando niño. ¡Afff! aquellos tiempos, si tienes ganas de llorar, puedes hacerlo con confianza.
Y… ¿La gallinita ciega dónde queda?
Si alguna vez en tu niñez te llegaron a colocar una venda en los ojos, seguramente era para jugar «La Gallinita Ciega», que era muy parecido a «La Ere», pero tenías que buscar y tocar a otros niños con los ojos vendados, y al que lograras atrapar sería el próximo en ser la gallinita ciega.
Obviamente, si jugando fuiste la gallinita, fue normal que algunos de tus más fieles amiguitos te indicaran con la voz, por donde tenías que caminar para atrapar a otros jugadores.
Pero, en la actualidad como ya somos unos viejos gruñones que nos quejamos, y además no vemos a los infantes dividiéndose con este juego criollo, creemos que en estos tiempos la única persona que está jugando a la «gallinita ciega» en el país se llama «justicia». ¡Pues no!.
El Gurru.. qué
Este instrumento fue muy popular en nuestra época, consistía en hacer girar un disco enrollando y desenrollando un guaral, aunque no lo crean resultaba divertido.
Probablemente los hijos de la tecnología que concibió esta era moderna, al escuchar hablar del Gurrifío su expresión será como que «WTF», ¿Que es eso?. Pero reacciones como esas son las que nos hace sentir viejos.
¿Qué tal? Si te sentiste identificado con esta nota especial dedicada a los venezolanos, no olvides compartirla con tus amigos de la infancia, porque recordar nuestra infancia es jugar con el pasado.
Desde La Plaza/KC