La Plaza de los Museos empezó a llenarse, cuando la tarde del sábado nos amagó con una lluvia pasajera. Violeta y yo nos llegamos hasta Bellas Artes, esta vez pude convencerle de no traer sus patines porque la oferta cultural por estos días prometía convertir a la ciudad en el corazón musical de Latinoamérica y el Caribe.
El plan era encontrarnos en el parque con Araya y Rodrí pero se fue diluyendo entre la multitud que empezó a latir alrededor de una de las tarimas del “Festival Internacional de Música de Venezuela”.
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Los primeros aires llegaron del campo con el flow criollo de quienes nos dicen que la tierra es para sembrarla, tirando charapo con scrash a los acaparadores y los bachaqueros en la lírica de “Campesinos Rap”.
Los jardines escondidos del museo con sus flores talladas, hasta ahora ocultas, aparecían fragantes a marihuana.
La verdadera razón que nos llevó a encontrarnos, en otro orden del azar, con Araya la hija Rodrí y con los otros amigos de Violeta, de su reciente y trascendental primer grado, merecía toda mí atención: su maestra les quitaba el recreo como forma de castigo. Y yo hasta ahora me enteraba.
Con una carta de seis hojas que exigía, entre otras cosas, el despido inmediato de la profesora me puse al día de la situación. La cosa resultó más grave de lo que parecía. La memoria del cuerpo nos trajo el recuerdo de los abusos que conoció nuestra generación en carne propia con aquello de “la reprenda”, la regla de madera en toda la dimensión represiva de su filamento intento naturalizar en nosotros la regla de oro del maltrato escolar, el asunto no podía ser una ligereza, mucho menos para quienes habíamos deconstruido en algún momento la escolaridad y la academia en conversaciones sobre pedagogía crítica.
Después de unos helados, y de flexibilizar las medidas en contra de la traumada y trastornada profesora de nuestros hijos, llegaron los primeros cocuy con papelón.
La música permeaba el tiempo y los nuevos espacios del “Eje del Buen Vivir”.
La discusión se fue relajando al compás de una nueva, novísima, trova cubana-caraqueña. La diversidad de los géneros y estilos musicales, sirvieron de soundtrack para él motín que se vino encima mientras “ Kotufa y la Custom Band” se montaba. Araya escaló hacia mis hombros para quitarme la gorra, de nada sirvió las advertencias, que de mí cabeza podían salir cucarachas y cuervos. Leo y Julia me embistieron colgandose del kohala, Violeta terminaba de inmobilizarme, revisando mis bolsillos, abrazada a mis piernas para sacar mí teléfono, sin ningún arrepentimiento, enloquecidos en la epifanía y la complicidad del juego, pude librarme poco a poco de cada uno sin parecer un ogro.
Cerca de las nueve, quedamos los del plan inicial, Violeta, Rodrí, Araya y yo, cuando se oyó: “ Donde estan los Marihuaneros de está Mierda”.
Nou Vin Lakay, terminaba de reventar la plaza.
Nos juntamos a la tribu que a pulmón levantó la gran nube de cannabis frente al escenario, las niñas no pararon de jugar, la mejor banda de reggae de esté país estaba sobre la tarima. La sonrisa de Violeta cuando le dije que la única víctima finalmente podía ser la cuestionada profesora de primer grado, ya que cualquiera podía perder la paciencia y hasta la vocación con ella y sus amigos, me dio la razón: está ciudad es algo más que extraordinaria.
DesdeLaPlaza.com7 César Vázquez