Hoy me levanté temprano, leí las noticias. No hay nada importante, o es que el periodismo que leí, no sabe leer la realidad y la aplana para hacerla banal. El periodismo no sirve para hacerse un mapa de la realidad, si acaso hace un mapa empobrecido de sus apetencias.
Fui al taller y busqué ordenar un poco la mesa de trabajo. Juntar las herramientas, disponer los materiales, retomar las reflexiones que brotan de mis ojos y mis manos. Me atacó la pregunta de siempre: ¿para qué es que sirve la pintura?. Y di vuelta y vueltas y salí a la calle a encontrarme con la gente.
Tomé una silla destartalada, me senté, crucé las piernas. Comencé a hacer un mapa de los materiales que uso, y saqué todos los que no se producen en el país. Me quedé con las tierras, las piedras, la madera, las fibras, las resinas, los objetos encontrados. El más importante permaneció: la idea.
Pensé en los que antes que yo han insistido en utilizar todo su tiempo para la pintura. Michelena, Reverón, Bárbaro Rivas, César Rengifo, y en otros con los que no comparto su visión de la historia, pero que igual me gusta mucho su obra. Pensé que Venezuela es la suma de todas las obras de los que en estas tierras han trabajado. Ya el tiempo se ocupará de decir la última frase.
No pienso en las categorías del arte. No me interesa si es contemporáneo, o si es tecnológico, o si es social, o huraño. Me acuerdo de Reverón que juntó en una sola gran energía toda su fuerza creadora: danzó, pintó, construyó, dijo, alertó, juntó tierra y cielo, agua y amor en el castillete.
Los museos hacen a los artistas famosos para que las galerías privadas los exploten y hagan sus negocios bañados de oropel y frivolidad. Ya las semillas que sembré en la ventana están germinando. Los tiempos de la siembra son misterios hermosos.
Hace unos días pasé por el museo. No hay allí nada que ver. Cerró las puertas a los embates de la historia y a las fuerzas de la calle. Y no le pido que apele a la impostura de ofrecer espejismos y engaños a la gente a ver si entra, es que la vieja manía dominadora de ver un solo pedazo de los poderes creadores del pueblo sigue intacta.
Soy pintor. Salgo a la calle a ver con mis ojos que han visto el mundo. Soy pintor venezolano y estamos en el año 2016. Estoy en Caracas en medio de una guerra difícil. Voy a seguir pintando hasta el fin de mis días. Pongo mis manos a trabajar.
La bandada de críticos, curadores, teóricos y otras especies perversas se han hecho más importante que los mismos pintores. Esta fauna se ha transformado en unos intermediarios sociales. Es más importante explicar el arte que hacerlo, parecen decir…pero no importa, eso no asusta.
Voy a seguir pintando con los pies en la tierra y el corazón donde va.