Acercarse a personajes históricos es muy difícil, sobre todo porque cada persona tiene una imagen de lo que se suponen deben ser. Para algunos, los héroes de la independencia son personajes sin manchas, que evocan todos los ideales morales de la sociedad a la que representan. Para otros, son simples hombres de carne y hueso que vivieron su vida según sus propios parámetros.
Contar una historia que se supone todo un país conoce –porque se les ha educado en ella desde la infancia- es una tarea un tanto complicada y supone un riesgo tanto para los actores que asumen el proyecto, como para los realizadores y todos los involucrados en este tipo de cintas.
En los últimos años, el cine nacional ha intentado recrear la vida de los héroes de la independencia bajo diversas premisas y debido a distintas razones.
Sin relacionar las películas que se han realizado, con ninguna corriente o partido político en particular, se ha vuelto costumbre -y casi una moda- hacer dos versiones en paralelo sobre la vida de los héroes de la independencia.
Se han llevado a cabo dos versiones de Bolívar (“El hombre de las dificultades” de Luis Alberto Lamata, 2013 y “Libertador” de Alberto Arvelo en el mismo año) así como también Francisco de Miranda tuvo sus dos reinterpretaciones cinematográficas. La primera en 2006, dirigida por Diego Risquez “Francisco de Miranda” y la segunda en el 2007 “Miranda Regresa” dirigida por Luis Alberto Lamata.
Ambas cintas tienen elementos contradictorios y situaciones que se pueden destacar. Ambas aciertan y se equivocan en el tratamiento de la historia “real”; en primer lugar porque ambas son meras representaciones sobre lo que se supone sucedió. No existen las verdades absolutas ni las películas “apegadas estrictamente a la realidad”, la ficción siempre es una reinterpretación y siempre supone una mirada –obviamente subjetiva- sobre un tema.
“Francisco de Miranda” de Risquez protagonizada por Luis Fernández y cuyo guión fue escrito por Leonardo Padrón, enfoca la vida de Miranda desde un punto de vista lúdico. Dejando ver facetas humanas del prócer.
Por su parte, la versión de Luis Alberto Lamata, protagonizada por Jorge Reyes, puede llegar a ser grandilocuente y pretende elevar al santuario al héroe de la independencia, mostrándolo tan rígido que contrasta con esa leyenda popular que lo muestra como un mujeriego imperturbable.
No soy una experta en el tema histórico, y no tengo que serlo para apreciar las cualidades cinematográficas de una película de esta índole, ya que el único elemento que debe existir para hacer creíble una cinta de este estilo es el propio filme.
Más allá de las ideas que pretenda mostrar, una película obtiene su valor en su puesta en escena, en el modo en que se representa lo que se cuenta. Para eso es necesario que un sinfín de elementos coincidan oportunamente, para así generar la calidad del conjunto: actuaciones, guión, escenarios, fotografía y dirección. Si la puesta en escena convence, y se usan las herramientas adecuadas, independientemente del tema o la ideología del filme, su alcance puede ser gigantesco.
Particularmente disfruté por igual de las dos películas y creo que las intenciones de ambas son genuinas, sin embargo, en el uso de los recursos propios del cine tal vez se encuentran las fallas de ambas.
DesdeLaPlaza.com/Luisa Ugueto