La chispa lectora… el hábito de la lectura placentera y no por imposición… ese gran misterio que nos rodea mientras vemos por las calles gente que lee y gente que no.
Hacemos estudios, ponemos experimentos en práctica, asociamos el libro como objeto a lo lúdico y aún así, no quedamos satisfechos.
Hablemos, pues, de mi entorno actual. En lo que va de año he tenido el grato privilegio de acompañar a unos 150 jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE) con tres unidades curriculares relacionadas al libro y la lectura, a la expresión oral y la escrita. Ha sido un recorrido fascinante, una especie de montaña rusa en la que a ratos impera el optimismo y a veces la preocupación. Esas unidades curriculares reúnen estudiantes de todas las disciplinas artísticas, así que la tarea no es nada fácil: los de teatro por naturaleza son más dados al libro como herramienta, mientras que otras disciplinas no tanto. Y esa es parte de la dulce lucha por ganar adeptos al hábito lector.
Como parte de los contenidos que hemos revisado colectivamente desde febrero hasta mayo, está el del desarrollo efectivo del hábito de la lectura y la concepción alrededor del pueblo venezolano como pueblo lector. Allí partimos desde las experiencias personales de los y las estudiantes: cómo fue en su casa, en sus estudios de básica y media, de su mundo real y su vida cotidiana. Las respuestas fueron variadas: lectores que no provienen de hogares lectores y no-lectores que provienen de hogares lectores. Y viceversa. Por eso insisto en que fomentar el hábito lector es un misterio, porque además del ejemplo, del entorno, de la metodología, impera la voluntad de cada quien. Pero ¿de dónde viene esa voluntad?
En el trabajo de investigación El hábito lector como actitud. El origen de la categoría de “falsos lectores”, realizado por Elisa Larrañaga y Santiago Yubero de la Universidad de Castilla-La Mancha, podemos leer un primer acercamiento:
“Si entendemos el hábito lector con la doble acepción que contiene el concepto de hábito: como la facilidad que se adquiere por la constante práctica de un mismo ejercicio y como la tendencia a repetir una determinada conducta, hemos de pensar que la conducta lectora debe entrar a formar parte del repertorio conductual del sujeto, insertándose en su propio estilo de vida. Ello supone, sin duda, una intencionalidad en la acción, una orientación positiva hacia el libro, que ha de llevar implícito algún tipo de satisfacción personal que refuerce el hecho de ser lector”.
Entonces:
“Leer es, fundamentalmente, una conducta individual, pero con un significado social y cultural. Por esta razón, aunque la decisión de leer pertenece al campo de lo estrictamente personal, existen influencias externas que orientan la voluntad del sujeto. Las primeras presiones externas provienen de la obligatoriedad impuesta por el contexto formal de la escuela, donde nos podemos encontrar niños que saben leer, pero que no tienen voluntad de ser lectores, en el sentido de que no deciden libremente leer. Ésta puede ser una parte de la explicación del hecho de que, aunque nos encontramos con altos índices lectores en la población infantil, la tasa de abandono de la actividad lectora sea muy elevada una vez finalizada la escolaridad obligatoria, incluso antes. Podemos pensar que, aunque pueden llegar a sentir la necesidad de leer, no han adquirido el autorrefuerzo necesario para disfrutar del placer de la lectura”.
Quedan dos cosas claras: el hábito lector como hecho individual y la importancia de las técnicas aplicadas para fomentar el hábito desde la escuela. Pero debemos preguntarnos: una práctica tan humana y hermosa como lo es la lectura, eso que nos construye y nos anima, que nos abre puertas hacia mundos infinitos, que nos llena el alma con palabras e imágenes, ¿puede tratarse como un hecho científico, como motivo de estudio matemático? Allí es cuando surgen opiniones muy variadas, proyectos exitosos y rotundos fracasos.
Para Fuensanta Martínez en su texto digital Fomentar no es obligar: el hábito lector:
“Es en la educación primaria (la etapa donde el niño comienza su ciclo lector) donde hay que despertar el interés por la lectura. Y no es nada fácil, debido mayoritariamente a que es una etapa en la que la comprensión lectora aún es escasa y donde más les cuesta. Por eso, se insiste en que se promocione la lectura mediante la diversión, si no, seguirán viéndolo como algo aburrido y el profesor instará a hacerlos leer, lo que llevará a la obligación”.
Podemos tener claro que nunca la imposición es una buena forma. Y eso no se aplica únicamente a la lectura. Debemos ubicarnos en el lugar y momento precisos, en los zapatos del otro y de la otra:
“Una de las técnicas más utilizadas en los últimos años para que el niño se sienta atraído por los libros, es el uso de las nuevas tecnologías como método de aprendizaje. Está demostrado que, los niños, sienten atracción por todo lo que rodea estas herramientas, y qué mejor manera de fomentar la lectura que con algo que a ellos les divierte”.
Por su parte, las venezolanas Josefina Peña y Francis Barboza, ambas de la Universidad de Los Andes, en su trabajo de investogación La formación de hábitos de lectura desde los inicios de la escolaridad, nos abren otra posibilidad real:
“Podemos afirmar, desde nuestra particular perspectiva, que se han formado hábitos de lectura cuando el niño, el adolescente, el joven o el adulto toman contacto con los libros de manera habitual y muestran una relación afectiva muy estrecha con los mismos, cuando leer forma parte vital de sus vidas, cuando consideran que la lectura es un medio efectivo para satisfacer sus demandas cognoscitivas y de entretenimiento.Es de hacer notar que la formación de hábitos de lectura no es tarea fácil, es un trabajo que requiere, de parte de la docente, esfuerzo, dedicación, tiempo y mucho entusiasmo, pero sobre todo el conocimiento de que el hábito es una condición que se adquiere. En consecuencia, las situaciones de lectura que declara la docente están orientadas en este sentido”.
Por ello:
“Se recomienda a los docentes de los primeros años de la escolaridad que si desean formar hábitos de lectura en sus alumnos deben llevar al aula abundante material impreso, ser un modelo de lector, leer con y para los niños porque el hábito no se impone, se va formando cada día con la repetición de situaciones de lectura agradables y con materiales sencillos que pueden ir aumentando en complejidad a medida que el niño avanza en escolaridad”.
Es un camino largo el que nos separa del dicho al hecho, a la conclusión definitiva para develar este gran misterio. Pero nunca debemos dejar de intentarlo. Tenemos todo el potencial para ser un país de verdaderos lectores, solo falta seguir trabajando incansablemente en ello.
Gipsy Gastello
ggastello@gmail.com
@GipsyGastello
Fotos: Cortesía Agencia Venezolana de Noticias
Tomadas por el reportero gráfico Henry Tesara durante la Conmemoración del primer año de la partida física de Eduardo Galeano con actividad de lectura para niños y niñas en la Biblioteca Nacional, Caracas, el 13 de abril de 2016.