El 13 de abril celebramos el Día Internacional del Beso. Hay que tener en cuenta que no se puede besar a ciencia cierta: los labios proponen y el corazón dispone.
Besos y más besos acompañan el desarrollo cultural de la humanidad: algunos musicalizados como en la zarzuela La leyenda del beso de Reveriano Soutullo y Juan Vert. Otros, inmortalizados en maravillosos grupos escultóricos: El beso de la muerte de Joan Fontbernat ubicada en el cementerio de Pueblo Nuevo, España o El amor de Psique, de Antonio Canova y, por supuesto, El Beso de Auguste Rodin.
Los besos son exquisitamente fotográficos para el lente de Robert Doisneau al capturar a una pareja en plena acción frente al Ayuntamiento de París y, también muy traviesos ante la cámara Alfred Wertheimer al retratar al osado Elvis Presley.
La literatura los alcanza en plena letra en El beso de la mujer araña de Manuel Puig o se vale de la habilidosa mano de Julio Cortázar para brindarnos una sensual imagen en el retrato más hermoso que jamás se haya escrito: “las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio”.
Hay veces que quisiéramos volver a las tardes de cuentos de hadas y creer que un tierno beso convertirá a ese blanco príncipe en sapo de nuestro mismo estanque. Ya vendrá un azul personaje a sacudirnos haciendo que el veneno oculto en la manzana salga de nuestra boca dejándonos, eso sí, a merced de la tentación de sus labios y, de tanto besarnos despiertos, quedaremos bellamente dormidos.
DesdeLaPlaza.com / Ileana Ruiz – iradeantares@gmail.com