Este martes 7 de junio se cumplen 64 años de la muerte del matemático, filósofo, científico y corredor de larga distancia británico Alan Turing. Pero qué hace que en la actualidad su nombre siga en la palestra pública, sus investigaciones para descifrar los códigos nazis de la maquina Enigma, la concepción del test de Turing o su lucha y posterior condena y muerte provocada por la homofobia de la época.
Marina Logares investigadora Marie Cuerie, matemática de la Universidad de Oxford y defensora de los derechos de la comunidad LGBTI ( Lesbianas, Gays, Bisexuales, personas Transgénero e Intersexuales) publicó este análisis en El País con motivo del aniversario de muerte de Alan Turing.
Alan Turing murió hace hoy 64 años. El 8 de junio de 1952 por la mañana, un día después de su muerte, se halló su cadáver en la cama, y junto a él, una manzana con cianuro mordida. El informe oficial concluyó que fue un suicidio, emulando uno de sus cuentos favoritos: Blancanieves y los siete enanitos. Hay quienes señalan otras posibles causas –accidente, asesinato-, pero no cabe duda que fue una muerte provocada por la homofobia.
En marzo de 1952, Turing fue condenado por un juez a recibir un tratamiento con estrógenos para «curar su homosexualidad”. Este tratamiento le afectó física y psicológicamente. De esta forma, el odio y la intolerancia impidieron que la humanidad disfrutara de las maravillas que hubiera construido la mente que demostró el primer problema de indecibilidad, que sentó las bases para la computación moderna, que fundamentó la inteligencia artificial, y que anticipó en varios años la victoria del Ejército Aliado en la Segunda Guerra Mundial. Gracias a sus desarrollos criptográficos, Alan Turing salvó incontables vidas. La reina de Inglaterra anunció el perdón póstumo a su condena en 2013.
Hoy la realidad es otra, pero aún queda mucho por hacer para que nadie, por razones de género, raza u orientación sexual sea discriminado. Yo soy matemática en la Universidad de Oxford y lesbiana. Puedo declararlo abiertamente sin que el Gobierno me condene. Pero todavía, en muchos aspectos, sigue siendo un tema tabú. Depende de las circunstancias sociales y personales de cada uno, pero no es algo que se hable con facilidad. Y también en esto, como en tantas otras cosas, las mujeres somos aún menos visibles.
Los problemas son de diversa índole. Por ejemplo, es probable que entre el abanico de culturas a las que pueden pertenecer tus colaboradores, en algunas de ellas tu situación personal no sólo sea un tema tabú, sino que suponga un delito penado con la muerte (existen 75 países en los que la homosexualidad se condena con la muerte). Jugar con la posibilidad de un desencuentro o perder una colaboración, asusta.
Recuerdo que, preparando una estancia de investigación en India, mis compañeros tenían intención de ir con sus parejas. Pero ser homosexual allí estaba penado con la muerte. Así que, en mi caso, ni quería pasar miedo, ni hacer pasar a mi pareja por la humillación de tener que disimular. ¡Y somos privilegiadas! Es inimaginable el infierno que vive la comunidad LGBTI en esos países, el miedo y el peligro desde las mismas autoridades.
En Europa, la pareja homosexual es todavía de segunda clase. Existen problemas desde cómo conseguir un visado para tu pareja, o simplemente poder pedir las ayudas del gobierno o del centro investigación al que te desplazas. Un matrimonio no reconocido es un problema, y la internacionalidad de este trabajo ha de lidiar con ello.
La discriminación surge también en las relaciones interpersonales, es común no saber empatizar con la problemática LGBTI. Por ejemplo, hace tiempo sufrí una agresión en la calle por ir de la mano con una novia. Siete puntos en la frente. La reacción de mis colegas fue variada, incluso sufrí críticas, aunque bien intencionadas, “¿por qué te expones?”. Pero no están las cosas bien si hemos de recomendar a una minoría social que no salga a la calle para no ser agredida.
En España, la respuesta de las instituciones académicas ante la homofobia es muy tímida –la UCM creó este año su Oficina de Diversidad Sexual e Identidad de Género, la primera en este tipo de institución pública española. Pero por lo general la Universidad ignora la minoría LGTBI.
En Gran Bretaña es muy diferente. En Oxford, el 4 de junio se celebró el desfile del orgullo gay en la ciudad. En el cartel de la celebración el escudo de la universidad figuraba como espónsor. En el mes de febrero, la Universidad de Oxford se llenó de banderas arcoiris. Es el mes de la memoria histórica LGBTI que lleva celebrándose desde 2005 en toda Gran Bretaña, instituido primero en los colegios. En la puerta del Instituto de Matemáticas ondeaba la bandera arcoiris. Sorprendida, pregunté en recepción “¿por qué está la bandera gay en la puerta?”, y me respondieron, “el Instituto de Matemáticas está abierto a todas las iniciativas que fomenten la diversidady rechacen la discriminación de cualquier tipo, religiosa, racial o sexual”. En ese momento la emoción fue indescriptible… ¡Imagino lo que podría haber supuesto para Alan Turing!
DesdeLaPlaza,com/Tomado de El País