Hace 25 años, el británico Tim Berners-Lee dio forma teórica a lo que hoy en día se conoce como Internet, en un artículo publicado el 12 marzo de 1989 en la revista Enquire, considerado la partida de nacimiento de la «World Wide Web».
La web fue desarrollada con la ayuda del belga Robert Cailliau mientras trabajaban en el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear) en Ginebra entre marzo de 1989 y diciembre de 1990, cuando se imaginó una manera de acceder fácilmente a los archivos de ordenadores interconectados.
La idea era tan audaz, sin embargo, que corría el riesgo de no materializarse jamás.
Con un navegador, un usuario visualiza sitios compuestos de páginas web que pueden contener texto, imágenes, vídeos u otros contenidos multimedia, y navega a través de esas páginas usando hiperenlaces.
Básicamente, la web es un software para navegar por la información que está en línea. Su característica distintiva es la posibilidad de hacer clic en los enlaces para abrir los archivos en computadoras que pueden estar en cualquier lugar.
La idea subyacente de la Web se remonta a la propuesta de Vannevar Bush (ingeniero y científico estadounidense) en los años 40 sobre un sistema similar: un entramado de información distribuida con una interfaz operativa que permitía el acceso tanto a la misma como a otros artículos relevantes determinados por claves. Este proyecto nunca fue materializado, quedando relegado al plano teórico bajo el nombre de Memex.
Los militares de Estados Unidos comenzaron a estudiar la idea de conectar las computadoras en redes en la década de 1950, y en 1969 lanzaron Arpanet, precursora de la actual Internet.
La web, tal y como la conocemos hoy día, ha permitido un flujo de comunicación global a una escala sin precedentes en la historia humana. Personas separadas en el tiempo y el espacio, pueden usar la Web para intercambiar- o incluso desarrollar mutuamente- sus pensamientos más íntimos, o alternativamente sus actitudes y deseos cotidianos.
Experiencias emocionales, ideas políticas, cultura, idiomas musicales, negocio, arte, fotografías, literatura… todo puede ser compartido y diseminado digitalmente con el menor esfuerzo, haciéndolo llegar casi de forma inmediata a cualquier otro punto del planeta.
Desde La Plaza / AFP / AM