Los católicos celebran este primero de noviembre la solemnidad de Todos los Santos, instituida para honrar a aquellos fieles que se han destacado por su compromiso evangélico y, sin embargo, no figuran en el santoral.
Este día los creyentes acostumbran visitar los cementerios para orar por la salvación de sus difuntos.
Esta solemnidad es una celebración universal muy antigua y los creyentes aprovechan esta fiesta y el Día de los Difuntos, para visitar a sus seres queridos, que, a criterio de los mismos, ya gozan de la presencia de Dios.
En la liturgia se recuerda a quienes llegaron al altar a través del proceso de canonización y en forma especial a quienes no pasaron por ese trámite pero gozan de la salvación.
Los santos “canonizados” oficialmente por la Iglesia Católica son varios millares, pero existe una inmensa cantidad de no canonizados, que “están gozando de Dios en el cielo”. A ellos está dedicada esta fiesta.
Actualmente, las normas establecen que una causa de canonización se puede comenzar solo luego de, por lo menos, 5 años de fallecida la persona. Dos famosas excepciones a esta regla han sido la madre Teresa de Calcuta y el papa Juan Pablo II, la primera beata y el segundo ya santificado.
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