La pasión que Cleopatra Filopátor (69 a. C. – 30 a. C.), la última reina del antiguo Egipto, despertó en Julio Cesar y Marco Antonio dejó en la historia una leyenda de belleza insuperable capaz de volver locos a los dos poderosos líderes romanos. Durante los siguientes dos mil años, ella sería conocida por su gran belleza física, inspirando innumerables obras de arte que la representan como una seductora irresistible.
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Pero, ¿como era realmente? ¿Hay alguna base sólida para la leyenda sobre su belleza física sin igual? Un vistazo a la evidencia histórica y arqueológica sugiere que el atractivo de Cleopatra fue más bien mito.
Dos siglos después del reinado de Cleopatra, el historiador romano Dión Casio describe Cleopatra como «una mujer de una belleza sorprendente». Sin embargo, el griego Plutarco, escribiendo más de un siglo antes que Dión, sostiene que «su belleza no era demasiado excepcional».
Pero los relatos históricos contradictorios hacen difícil decidir en cual creer. Quedan de ella algunas imágenes que la representan en antiguas monedas, donde su cara presenta una gran nariz y un aspecto varonil. Sin embargo, se debe recordar que las monedas en el mundo antiguo eran una poderosa pieza de propaganda política. La representación deliberada de Cleopatra con rasgos masculinos parecidos a los de sus antepasados Ptolomeos podía ser un intento de legitimar el imperio de una reina joven.
También es importante tener en cuenta que los ideales antiguos de belleza eran muy diferentes a las del mundo occidental moderno. Las antiguas representaciones griegas de Afrodita, la hermosa diosa del amor, muestran invariablemente una mujer con una nariz prominente. Una mujer que la sociedad moderna probablemente aconsejaría perder peso. Preguntarse si Cleopatra era hermosa quizá deba hacerse en función de los parámetros culturales de la civilización y el tiempo en que vivió.
Cuenta Dión Casio que Cleopatra tenía «la más deliciosa voz y el conocimiento para hacerse agradable a todos». Del mismo modo, Plutarco afirma que la conversación con Cleopatra «tenía un encanto irresistible, y su presencia, junto con la capacidad de persuasión de su discurso, tenía efectos estimulantes sobre los hombres». Escribió también que «el tono de su voz era de una gran dulzura y su lengua, como un instrumento de muchas cuerdas, que podría convertirse fácilmente en cualquier idioma que quisiera».
El mensaje es claro: el encanto de Cleopatra tenía poco que ver con su apariencia física y mucho que ver con su intelecto, carácter y el tono de su voz. Si tenemos en cuenta la profunda pasión que ocasionó tanto en César como en Marco Antonio es obvio que debe haber habido algo más en juego que un cuerpo joven. Después de todo, ambos eran mujeriegos notorios y la atracción sexual de la Reina de Egipto se vería aumentada por la posibilidad de conquistar toda una civilización. Crear una nueva dinastía y fusionar el mundo romano y el Egipto de los Ptolomeos, con su herencia helenística y faraónica suponía dominar el mundo conocido en la antigüedad.
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