Pablo García considera que los espacios convencionales para tocar son nidos de burocracia y preferencias
En la línea de taxis de Parque Central se escuchan metales y una percusión. Se lee el cartel “El Jazz está en la Calle”. Son los Cacri Jazz, que martes, miércoles y jueves tocan entre los cafeceros, los guardias nacionales, los taxistas y toda la gente que pasa por ahí. No tienen horario, pero sí una alternativa para mostrar su música. Pablo García es el Cacri Mayor.
De su experiencia en Francia, de tocar en la calle y en el metro, ha desarrollado un ojo clínico para escoger espacios y este cruce tiene buena acústica. Quienes asean la calle les dicen: “Déjalos ahí, que ellos están tocando”. Los consideran trabajadores artísticos. Al Cacri Mayor le secundan Manuel Miranda en la percusión y Armando González en el contrabajo. También colaboran los itinerantes Javier Gutiérrez y Eukar Noriega.
Hoy 30 de abril conmemoran el quinto año de la declaración del jazz como música universal. “Es el día de nosotros”. La cita es al frente del Teatro Principal. Pegados de la pared de la Casa Amarilla. El jazz es la única música considerada por la Unesco como internacional. Conmemoran porque no tienen nada que celebrar: “La pelazón es grande”.
Los orígenes del jazz provienen de la opresión del pueblo estadounidense negro, sale de los ghettos. No es música exquisita. “Es una música para que no me copies, el free jazz sobre todo”. Es la más autóctona de los EEUU. En los años 50 fue la única vez que se popularizó tanto con el swing.
Músicos callejeros
“El Jazz está en la Calle” es una realidad. Esta idea nace de Pablo García y de los músicos a quienes él imparte clases en La Ventolera. Un espacio en los toriles del Nuevo Circo. La situación para el músico se ha tornado difícil y por eso decidieron tocar en la calle. Hacerlo en los espacios convencionales quita mucho tiempo por cuestiones de burocracia y de preferencias para que después de veinte minutos en el escenario tengan que bajarse. Eso molesta el trabajo. Y en la calle es abierto, son dueños de ella. Hay otros problemas que solventar: logística, transporte, sonido. Sin embargo, “el jazz se adapta a todo eso”, dice Pablo. En la calle es donde se oye al músico.
“Es una especie de solidaridad con los músicos callejeros, con los ambulantes. Hay muchos que tocan en el metro, en las plazas. Y ha habido una reticencia de las instituciones hacia estos músicos. Les quitan los instrumentos, los tratan como mendigos. Y el dinero que nos da la gente en la calle es una cortesía. Es una problemática de hace años. Se ponen medio fachos. También es una manera de sobrevivencia. Uno, físicamente, por alimentación, y dos, por la música. Hacemos lo que nos gusta”. En la calle tocan cuando quieren. Desean proponer al Metro utilizar los espacios inutilizados para los músicos. Son escenarios naturales que tiene la arquitectura de la ciudad.
La Ventolera
Nació en 2007. Significa viento y también Ven y tolera: musicalmente, pedagógicamente. Se protegen entre ellos. Es un taller permanente sin jerarquías, no tiene niveles. Y de paso, Pablo García, quien convoca, no cobra nada. Al principio la gente le daba algo, pero le resulta difícil aceptarlo porque a su juicio eso debería subsidiarlo el Estado. Aún así no se detiene. Es un trabajo voluntario en el que comunica sus conocimientos, sus ideas y líneas. Les enseña la guataca. El que quiere hacer música, simplemente la hace. Tener instrumentos que suenen. Se reúnen en los toriles del Nuevo Circo los martes a las cuatro de la tarde. Los resultados artísticos son cada vez mejores.
Palabras que suenan bien
El Cacri Mayor ha estudiado los artículos de la Constitución, la Ley Orgánica de Cultura y la Ley de Protección Social al Trabajador y la Trabajadora Cultural. Las contrasta con una reunión de la Unesco que se hizo en Belgrado en la década de los 80 acerca de las consideraciones sobre la condición del artista. “Es muy claro. Desde esa década para acá no se le ha hecho caso. Se están cumpliendo 18 años de indiferencia de la cuarta república y 18 años de indiferencia de la quinta. Y saben que existen. Lo escandaloso es que las leyes que se han aprobado están dirigidas hacia la exclusión del artista, de la palabra misma, de sus derechos. Hay un eufemismo: trabajador cultural, cultor, creador que evita nombrar la palabra artista. Por allí deben comenzar”.
Pablo y el saxofón
“Entre todos los instrumentistas, los saxofonistas somos una especie. Ese fue el último de los instrumentos de viento que se creó. Ha sido discriminado. Todavía falta mucho por explorarlo. Es un sonido humano y oral. No es una cuestión de notas. Cuando uno ve a otro saxofonista, lo primero que se pregunta es qué cosas nuevas tienes para enseñarme. Yo tenía un profesor en París que me dijo: ‘te doy las clases pero tú haces cosas que yo quiero aprender. Enséñamelas y yo te muestro las que yo sé que tú no sabes’”, dijo.
DesdeLaPlaza.com/ Mayrin Moreno