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Diario de un viaje por el oficio de pintar

Páginas sueltas de una crónica emocional de la pintura

 

Arte. Oscar Sotillo Página del libro signos.

He pintado desde joven, puedo decir que he vivido de mi trabajo. He construido mi emocionalidad y mi sentido del universo a través de la experiencia de la creación plástica. Todo mi trabajo es una necesidad individual de reconstruir el mapa sensorial cognitivo del mundo. Esta práctica ha dejado pinturas, objetos, libros, escrituras, amores, atado de ideas y sensaciones, desencuentros, manojos de hierbas, accidentes, oraciones, armas afiladas, etc.

Nunca he tenido contratos con galerías privadas. Aunque he vendido algunas piezas y muy de vez en cuando me llama la atención algo en estos espacios. Por lo general veo allí arte disecado, aséptico, “comercial” en el peor sentido de la palabra. Se le ve la costura del “marketing” y esto es como verle la técnica de actuación al actor. Terrible. No me gusta ese rincón frívolo del arte.

 

Los museos públicos son espacios hermosos para caminar. Solos, silenciosos, gigantes edificios depositarios de memoria patrimonial. En ellos no necesariamente habita el arte. Se han ido enredando en una maraña de formalismos e institucionalización, que pierden más tiempo resolviendo problemas propios de su funcionamiento que de su naturaleza operativa y conceptual. Pero cómo prescindir de esas memorias ciudadanas.

 

La calle es un hervidero de violencia de las formas, una centella sin límites de rayas anárquicas, un vértigo sin orden aparente, donde fluye a borbotones una imaginería originada en los mecanismos de dominación simbólico disfrazados de irreverencia, y también una legítima expresión básica de mensajes de amor y de códigos juveniles. La calle es un baúl colectivo y múltiple de excesos e intensidades. Una cantera de despechos y sueños, de frustraciones y tesoros, de cemento y papel de seda, de expresión salvaje y plegaria secreta.

 

Arte. Oscar Sotillo. páginas del libro signos

No le podemos pedir a las empresas momificadoras que sean los jardineros de este cuento. Ni a los cancerberos que sean poetas, ni a los burócratas más duros que esperen los brotes de las semillas. Aunque en estos tiempos turbulentos los papeles se confunden y se ven por allí las imposturas y los artificios haciendo de las suyas y a punto de convencer a muchos de que son la verdad de este cuento.

Arte. Oscar Sotillo. Página del libro signos

 

A veces parece que la pintura ya no es un lenguaje dinámico. Parece que ha pasado de moda con todo y su acumulación de oficio, su técnica, su historia, su épica particular , su poder y sus significados. Otros lenguajes, otras modas han venido a inundar las apetencias. Pero en el arte nada tiene la posibilidad de eliminar ni de invalidar otra expresión. Los campos solamente se hacen más extensos y plurales. Las tecnologías no suplanta ninguna naturaleza humana ni ninguna necesidad ancestral. Seguimos viendo el fuego con el asombro original.

Arte. Oscar Sotillo. Pánia del libro signos

 

Siempre termino hablando de lo mismo. Ninguna de estas reflexiones escritas valen un día de trabajo en el taller, ni un día de caminata por las calles, ni una escucha atenta a la gente mientras toma café.

 

DesdeLaPlaza.com/Oscar Sotillo

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