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Armando, César y los demás…

Los rituales republicanos mantienen un sitio sagrado donde reposan los restos de quienes entregaron su vida y sus capacidades creadoras para forjar el espíritu y el cuerpo de lo que es Venezuela. Desde su inauguración en 1875 este recinto ha ido recibiendo personajes ilustres. Y se ha convertido con el tiempo en un altar y un libro abierto para entender nuestra propia historia y la imagen que tenemos de nosotros mismos. El Panteón Nacional abrió sus puertas nuevamente en estos días para recibir a dos venezolanos creadores, Armando Reverón y César Rengifo.

Buscando datos sobre el altar patrio, nos encontramos con algunos contrastes, paradojas e injusticias. Sin embargo este pasado 10 de mayo se ha hecho un acto de gran justicia con nuestros creadores. Es notoria por ejemplo la ausencia de mujeres en el Panteón y la presencia de tantos ex presidentes que no se sabe bien cuál fue el beneficio que trajeron a la patria. Es abrumadora la cantidad de militares masculinos, de abogados, médicos y por supuesto políticos de carrera. También hay algunos periodistas. Valdría destacar que nuestro santuario patrio fue estrenado durante la era de Guzmán Blanco y los primeros que ingresaron fueron los héroes de la guerra federal, es decir los amigos del Ilustre Americano.

La lista de creadores y artistas no es muy extensa y sorpresivamente hay seis pintores, algunos poetas y escritores, un solo músico y es mujer. Nos preguntamos si nadie de la danza, ni del cine, ni de la arquitectura, ni pioneros de la fotografía, ni tampoco científicos ha hecho méritos para estar allí. Pero no se trata de ver cuánto falta, es necesario celebrar, más allá de toda crítica y de toda interpretación, el hecho de que dos creadores extraordinarios, integrales, hayan sido llevados al Panteón Nacional. Tanto Reverón como Rengifo son creadores de múltiples facetas, cada uno creó con toda el alma. Reverón hizo pinturas, esculturas, instalaciones, danzó, inventó tempranamente el perfomance, y creó todo un mundo mágico con la máxima expresividad y el mínimo de recursos. Rengifo por su parte dejó además de la pintura, el dibujo, el mural, una obra de dramaturgia de las más importantes del país y de América Latina.

La república tiene sus liturgias y sus simbologías a veces secretas, pero es necesario recordar y reafirmar la vida y no convertir este acto simbólico en un acto necrológico más. No llevamos a Reverón y a Rengifo al Panteón para que los fríos mármoles de lo oficial enfríen sus almas encendidas. Los llevamos para celebrar que Venezuela es un país extraordinariamente creativo, irreverente ante la historia, desafiante de los tiempos históricos y vanguardia permanente de la heroicidad. Reverón fue transgresor, destruyó con su trabajo y su vida todos los convencionalismos, se retiró de los círculos de aduladores y de  sabelotodo. Rengifo vio a los que nadie veía, retrató a los invisibles, buscó en nuestra propia historia las más hermosas historias para ser contadas.

Si lo simbólico no es acompañado orgánicamente con acciones contundentes en los planos materiales, el símbolo se va desapareciendo paulatinamente. Nos toca acompañar este gesto con buenas políticas, con escuelas, con buenos museos, con teatros maravillosos, con menos burocracia cultural y más efectividad en las acciones. Los tiempos piden claridad.

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